Terreno yermo

Carolina González

Carolina González

Me niego a seguir dándole vueltas a la polémica Ayuso-Bolaños. No voy a contribuir a un debate absurdo, egocéntrico e interesado entre el PP y La Moncloa. Cada uno busca su titular, su foco y su cuota de protagonismo, así que lo mejor en estos casos es ignorarlos. Si quieren seguir instalados en peleas de patio de colegio, que sigan. Les demostraremos que su infantilismo ególatra se combate con madurez cívica.

Son tiempos preelectorales y los tiras y afloja estériles emergen como setas. El que mantienen el Gobierno de Aragón y la Diputación de Huesca por la unión de estaciones de esquí de Astún y Formigal, el que tensa la cuerda aún más entre Lambán y Azcón a cuenta de la nueva Romareda, los que intentan sofocar los partidos en sus propias filas por la elaboración de listas, las revanchas personales de formaciones en clara desintegración… la lista es tan larga como aburrida.

No les quepa duda de que después del verano, acordado el gobierno de turno, desaparecerán todas las desavenencias que obstaculicen un pacto. Con el actual panorama parece evidente que un ejecutivo monocolor está en peligro de extinción, así que la negociación política pasará inexorablemente por la rectificación y el regate. La búsqueda de espacios comunes llevará al sacrificio de principios fundacionales de partidos con historia, como ya hemos visto esta legislatura en Chunta Aragonesista. No serán los únicos que tengan que hacer auténticos malabarismos para justificar su presencia en el Pignatelli si repiten coalición. Lo mismo le pasará a Podemos. En el ala derecha, no ocurrirá algo muy distinto. Si a Azcón le salen las cuentas con Vox, los próximos cuatro años pueden ser un auténtico ejercicio de trilerismo. Y en medio de todo, Teruel Existe. A ver hacia dónde se inclina finalmente. Los restos frankenstein de Ciudadanos, el PAR y sus alianzas inverosímiles quedarán para rellenar algún hueco en las Cortes o ni eso, pero poco pintarán en cualquier caso en la esfera pública.

La verdad es que cada vez es más difícil sobrevivir a estos tiempos de pantomima y superficialidad electoralista con un mínimo de seriedad. Nadie se cree lo que dice ni disimula su despreocupación por las palabras ajenas. Saben que es una especie de ensoñación donde nada cuenta, poco importa y el ruido llama mucho la atención. Lo único que podemos hacer es esperar que el tiempo pase más rápido de lo habitual y superar este terreno yermo de la inacción política de antes de elecciones donde todos esperan que algo cambie, pero en realidad todos saben que nada lo hará. Como mucho, un cambio de fichas. Que nadie se lleve a engaño.

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