Vacacionistas

Carolina González

Carolina González

Nos han tocado lo que más estimamos, ansiamos y planificamos durante el año. Esos 15 o 30 días, según la suerte de cada trabajador, que tan duramente nos hemos ganado. Es un derecho, una recompensa y un placer. Disfrutar del calor, de la playa, de un viaje al extranjero, en pareja, en familia, con amigos. Hacer un paréntesis a la rutina y meternos en una burbuja una vez al año como mínimo. Las vacaciones, Pedro, no se tocan.

Que el país se encuentre ahora mismo inmerso en un cambio político de magnitud y pueda acabar el verano dado la vuelta como un calcetín no inquieta. Lo verdaderamente intolerable es que nos hagan ir a votar en julio. Somos provacacionistas. Todo el mundo sabe que es un mes de asueto, nadie trabaja, las ciudades se paralizan, los comercios cierran y la vida se queda en standby.

La culpa, una vez más, es de Sánchez. Dice Feijóo que su intención es obligar a los españoles a elegir entre vacaciones y urnas, no como cuando él convocó elecciones autonómicas un 12 de julio de 2020 siendo presidente de Galicia. Era distinto, nada que ver. Del 12 al 23 de julio cambian las temperaturas y las vacaciones una barbaridad. Además, de todos es sabido que el voto por correo es una invención y que las probabilidades de que te toque estar en una mesa electoral ese domingo se elevan cuando sobrepasamos los 30 grados. Es pura matemática. Hay estudios de prestigiosas universidades que apuntalan lo que acabo de decir, pero disculpen que no mencione ninguno.

Entiendo que la fecha no es la idónea, pero superado el susto inicial pasemos página, por favor. Las cosas no siempre suceden cuando más nos conviene, pero a veces sí conviene que sucedan cuanto antes. Para algunos la estrategia de Sánchez responde a un interés personal para atajar la rebelión de los barones socialistas que han perdido sus feudos; para otros significa atajar la euforia de los populares, que apenas han podido regocijarse de su triunfo unas horas; los hay que ven este movimiento del presidente como una jugada brillante para frenar el ascenso de la ultraderecha en las instituciones y obligar a la izquierda a reaccionar lo más rápido posible. Puede que todo sea verdad. O nada. Solo él lo sabe.

Creí que el anuncio del presidente del Gobierno pondría de acuerdo a sus detractores y a partidarios por primera vez. Pensé que a los primeros les entusiasmaría la idea de echarlo de la Moncloa cinco meses antes de lo previsto y que a los segundos les parecería bien azuzar a las formaciones a la izquierda del PSOE para no dilatar más la decisión de coaligarse y evitar más desgaste. Pero una vez más, Sánchez divide. Ni intentándolo tiene la suerte de alejarse del centro del huracán.

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