La Recopa es el máximo exponente de grandeza del Real Zaragoza entre un océano de gloria, de épocas para el recuerdo y tardes y noches inolvidables. El palmarés que recuerda que, aunque se vivan tiempos de zozobra, el Real Zaragoza sigue siendo grande. Enorme. Un gigante dormido. Es un pasado que sigue presente, un legado que perdurará por siempre, porque los trofeos viven hasta en la eternidad.

Cualquier zaragocista de bien puede recitar de memoria a los Magníficos, quién marcó el gol de la final de Copa del 86 o recordar partidos históricos. Va en el ADN. Pero también sabe que la Recopa es el súmmum, la cúspide. ¡Un título europeo! Pocos tienen semejante honor, reservado solo a los elegidos. Y se sabe aunque no se haya vivido.

Es el caso de la generación de los aficionados blanquillos que siente al Real Zaragoza en el fondo de su corazón, que vibra, sufre y llora como los demás y que son plenamente conscientes de semejante hito, pero que se quedaron sin vivirlo en primera persona. Unos ni habían nacido y otros eran tan pequeños que no eran conscientes de lo que el Real Zaragoza acababa de lograr. Ni sabían quizá por aquel entonces que sus corazones iban a ser blanquillos, aunque eso no ha impedido que se hayan empachado del aroma de París y el Parque de los Príncipes hasta el tuétano de los huesos.

Para Dani Álvarez, la Recopa es «el mayor recuerdo del zaragocismo» y un motivo de envidia sana «por los que pudieron vivirlo». Él todavía no había nacido. «Es parte de nuestra historia, lo que nos hace ser un grande a nivel mundial», apostilla Almudena Galicia, que por ejemplo recuerda que «fui a Bruselas con una camiseta del Real Zaragoza y un señor de Holanda se acercó y me recordó que el Feyenoord fue eliminado por nosotros en aquella Recopa». Laura Martín va más allá: «Es historia del fútbol». Poca duda cabe.

COMO LA PRIMERA VEZ / Dentro de ese proceso para ser conscientes de la grandeza de la Recopa cada cual se ha ido nutriendo de experiencias y vivencias, de lo que le han contado o lo que descubrió a través de las pantallas, de lo que vio en el antiguo museo del club junto a la tienda. Mil y una formas. «Los que lo vivieron nos lo han inculcado por su importancia y es un síntoma de que fuimos, somos y seremos grandes. Mi abuelo siempre me lo decía, que somos muy grandes y hacemos cosas muy grandes. Luego tuvo alzhéimer, pero a pesar de ello al hablar del Zaragoza se le ponían los ojos brillantes», explica Laura.

En este caso, internet es uno de los grandes aliados de los jóvenes zaragocistas y, además, las imágenes icónicas de la Recopa son como una pequeña droga, ya que todos necesitan una dosis de alegría y nostalgia cada cierto tiempo, un sentimiento que, cuando se recuerda, remueve el corazón blanquillo. «Creo que todos los zaragocistas lo vivimos como si hubiéramos estado allí», cuenta Rochdi Sabour, marroquí que llegó a Monreal del Campo cuando era un niño y que se enamoró del Real Zaragoza antes de venir a la capital aragonesa. «He perdido la cuenta de las veces que he visto el gol de Nayim o el de Esnáider, cómo todos salían al campo a celebrarlo y la gente eufórica», agrega.

Diego Moles, otro acérrimo zaragocista, tampoco había nacido, pero se conoce la Recopa al dedillo: «Me sé de memoria la narración de los goles de aquella final de las veces que la he visto repetida y la cantidad de documentales, reportajes y entrevistas que he visto y he leído de ese partido. Me gusta ver cada poco tiempo esos momentos que hacen recordarte lo grandes que hemos sido», cuenta.

Y resulta curioso que ninguno de ellos lo viviera, pero que todos ellos vieran la final cuando fue emitida hace unas pocas semanas en televisión y que a todos les aflorara el sentimiento. «Siempre que veo el gol de Nayim repetido un escalofrío me recorre el cuerpo y se me pone una sonrisa en la cara, es inevitable», agrega Diego. Por ejemplo, Almudena quedó telemáticamente con sus amigas para ver y comentar la final y, aun sabiendo cómo iba a acabar, «lo vivimos a tope, como si fuera la primera vez, con un hormigueo y un nerviosismo constante». De hecho, Rochdi se acuerda de qué hubiera pasado si Víctor hubiese quitado a Nayim.

«El partido completo la primera vez que lo vi fue hace unas semanas, pero los goles, resúmenes o las narraciones, ni idea, 20 igual son pocas. No cansa nunca y los jóvenes estamos muy orgullosos», subraya Dani. «Con los goles todavía te emocionas. Antes del partido estaba tranquilo porque ya lo había visto y sabes lo que va a pasar, pero al verlo cambia. Lo recordé en Pamplona, donde vivo ahora, y les expliqué a mis compañeros de piso la importancia que tuvo para Zaragoza y parecía como un regreso a 1995». Y un deseo para el futuro: «Me da un poco de envidia no haber podido vivirla y no haber estado en la Plaza del Pilar al día siguiente, pero volveremos a sentir algo así más pronto que tarde, estoy seguro», finaliza Javier.