Inteligencia, valentía, preparación y capacidad de absorber lo mejor de otros entrenadores son las virtudes que destacan de Víctor los miembros de su equipo de trabajo en aquellos años que desembocaron en la conquista de la Recopa. Con solo 30 años tomó las riendas del Zaragoza para sustituir a Maneiro después de que en las dos temporadas anteriores fuera segundo de Antic y allí estaban Manolo Nieves, preparador de porteros, Paul Knapp, fisioterapeuta y Kabir Nana, masajista.

Desde San Pedro de Alcántara, su lugar de residencia, al masajista paquistaní del Zaragoza, donde estuvo más de 20 años, hasta el 2004, solo le salen palabras de elogio hacia Víctor. «Es un gran hombre y un magnífico trabajador. Soy un admirador suyo y siempre digo que mereció dirigir a un equipo muy grande», asegura Kabir, que destaca el carácter vocacional de Víctor con el fútbol, su gran pasión. «Lo lleva en la sangre y lo conoce mejor que cualquier otro técnico. Está hecho para entrenar y no le tiene nada que envidiar a Mourinho, a Klopp o a Pep».

«Dejaba trabajar, confiaba en sus ayudantes, en los que estábamos ahí. A mí jamás me dijo que a un jugador lo quería para el domingo. Le echó un par de huevos para lograr con el Zaragoza aquella gesta», relata el exmasajista, parte fundamental en la recuperación de los jugadores en aquella época junto a Paul Knapp, fisio holandés que llegó al club para trabajar en las recuperaciones de Sirakov y Pardeza y que desde 1990 entró ya en la entidad hasta el 2005. «Cuando Víctor llegó era casi un niño, había jugadores hasta mayores que él y hay que ser valiente para eso, porque no tenía mucho equipaje ni bagaje», recalca Knapp.

Esa valentía en la que insiste viene acompañada de un proceso de aprendizaje que le exigía su juventud. «Se fijaba mucho en otros entrenadores para aprender, copiaba hasta expresiones, por ejemplo de Valdano, con una forma de hablar muy argentina. Absorbió lo mejor de cada uno para hacer su estilo, su ideario, con esa apuesta por el balón y por un juego ofensivo. Y supo rodearse bien, de gente que le ayudó mucho, de Chaves, Herrera, Arjol... Es muy listo, supo evolucionar y adaptarse», sentencia el exfisioterapeuta del Zaragoza, que tras su paso por el club ya se quedó a vivir en la capital aragonesa y que tiene claro cuál fue la mejor virtud de Víctor en aquel equipo mítico: «No tocó lo que funcionaba, tenía un once fijo que iba a bien y no lo movía. Logró una máquina que iba a las mil maravillas y que supo poner a punto».

Manolo Nieves se encargaba de la preparación de los porteros en aquel Zaragoza. Lo hizo, de hecho, entre 1985 y el 2004, salvo en tres temporadas (90-93), donde se hizo cargo del filial, precisamente para sustituir en ese puesto a Víctor cuando este dio el salto. Antes fue portero del equipo durante 14 temporadas, una cifra que solo supera Yarza y después pasó por la secretaría técnica del club. «Cogió al equipo con muy poca experiencia, pero era ya un tío muy preparado. El bagaje lo adquirió rápido, Víctor es muy inteligente y enseguida mostró una filosofía de trabajo y de ver el fútbol muy ofensiva y que funcionó. Tenía ya unas cualidades, una buena base, pero la fue desarrollando», relata.

El exguardameta cerró el círculo con Víctor al coger el banquillo del primer equipo un partido cuando el técnico fue destituido en noviembre de 1996 y antes de la llegada de Espárrago: «Es un entrenador que sabe confiar en la gente que está con él. Para mí su mayor mérito es que formó un bloque que jugaba a ciegas, acoplar un equipo durante un periodo de tiempo largo, ya que fueron varios años, no es nada fácil».