LA CONTRACRÓNICA DE JORGE OTO

Bombas desde el cielo

Más de la mitad (7 de 13) de todos los goles encajados por el Zaragoza han llegado a balón parado. Nadie se libra del desastre en una faceta que es una amenaza de muerte

Bombas desde el cielo

Bombas desde el cielo

J. OTO

Un saque de esquina es peor que un penalti. Una falta lateral provoca sudores fríos y cualquier balón surcando los cielos parece una granada de mano. Es el Zaragoza un equipo pequeño en todos los sentidos. Lo es en estatura pero también en tamaño. No hace casi nada bien y muchas cosas mal. Estén unos u otros en el banquillo o en el campo. Es menudo arriba y por abajo. Apenas crece y resulta excesivamente sencillo aplastarlo. Diminuto, se diría.

El Zaragoza no es superior a nadie y es inferior a la mayoría, entre otras cosas, porque no domina ninguna faceta del juego. Incapaz de marcar un gol al propio arco iris y blando hasta la desesperación atrás como consecuencia de su propia fragilidad, su incompetencia alcanza su punto álgido a balón parado, esa disciplina que da miedo con solo escucharla y una herramienta convertida en arma mortal por todo oponente que repase apenas un par de vídeos de un Zaragoza inoperante al que le tiemblan hasta las uñas cada vez que el balón se para. Anoche fue Ríos Reina, como anteriormente fueron Arnáiz, Moha, Borja, Fran Sol o Lemos. Ellos, protagonistas de Ponferradina, Leganés, Mirandés, Oviedo o Tenerife explotaron la blandura a balón parado de un Zaragoza al que se le va la vida mientras los rivales hurgan en una herida que no deja de sangrar.

Siete de los trece tantos encajados por el equipo aragonés (más de la mitad) se han producido a través de esta disciplina. El destrozo, casi siempre, llega desde la esquina, escenario anoche de una matanza que señala a muchos. También a Cristian, cuyo mayúsculo enfado está tan justificado como feo. Porque el meta también debe mejorar en los balones aéreos, sobre todo, en los laterales. Con todo, ni es el máximo culpable ni está entre los principales responsables de un defecto que lleva demasiado tiempo siendo un problema gravísimo.

Esa maldita estrategia se ha llevado por delante las dos ventajas adquiridas por el Zaragoza de Iván Martínez con sudor y sangre. Ante el Oviedo, un error de Ratón al borde del descanso fue el principio del fin. Anoche, dos envíos calcados al primer palo fueron bombas letales para un equipo aragonés que ya no reaccionó. Al Zaragoza le cuesta demasiado generar y muy poco echarlo todo a perder. Dos veces seguidas se ha adelantado en el marcador y en ambas ocasiones ha acabado perdiendo. Al primer palo, al segundo, con envío al borde del área o incluso desde un saque de banda, el Zaragoza es vulnerable desde cualquier sitio. Basta con un francotirador certero (algo de lo que el equipo aragonés carece), algún rematador decente y mucho trabajo en la pizarra. La estrategia no falla. Al Zaragoza se le mata a balón parado, un arma mortal que, por cierto, no figura en el arsenal de un equipo que solo ha sido capaz de hacer daño así cuando ha sido el rival el que se ha pegado el tiro en el pie.

El Zaragoza sigue en la uci porque no hace casi nada bien y hace muchas cosas mal, pero, sin duda, su incapacidad a balón parado amenaza con llevarle directamente al cementerio.

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