La Superliga Europea es ya un término que forma parte del argot básico del fútbol moderno. En apenas dos palabras se evoca un torbellino de sensaciones descorazonadoras que desintegra los valores de un deporte vapuleado permanentemente por un egoísmo crónico y sin solución. Este concepto que aparentemente representa un formato rompedor, moderno y molón, destinado a salvar al fútbol del propio fútbol, resulta que no es tan novedoso. De hecho, ese sentimiento de aglutinar a la élite más refinada en un mismo pack tiene un precedente de hace más de medio siglo. Se trataba de un anteproyecto ambicioso que, pese a tener diversas diferencias con la Superliga actual, estaba destinado a reformar el balompié europeo en el verano de 1964. Y, curiosamente, el Real Zaragoza iba a poder tener cabida en esa revolución.

Durante el mes de agosto salió en la prensa local la noticia de un anteproyecto que podría cambiar los esquemas del fútbol europeo. Se trataba de una información chocante. En ella se explicaban los planes para la creación de una Liga Europea donde se enfrentarían los equipos más potentes del continente y que se disputaría desde septiembre hasta mayo, con partidos cada mes. Esta idea fue moldeada por el que fuera presidente de la Federación Catalana de Fútbol Agustín Pujol. Una persona importante del fútbol español y europeo. Con 26 años de trabajo en la UEFA: como Vicepresidente, como parte del Comité Ejecutivo o como Presidente de la Comisión de Copas Internacionales. 

Lapetra ofrece la Copa en el balcón del ayuntamiento. SERVICIO ESPECIAL

Pujol era uno de los principales encargados de estudiar, valorar y dar forma al torneo. En un principio las federaciones tendrían total libertad para escoger a sus representantes en función de su nivel o su repercusión. Bajo ese contexto, el Real Zaragoza, por situación, jugadores, economía y prestigio se posicionaba con autoridad para ser uno de los cuatro representantes españoles en esta teórica competición.

Allá por el mes de julio de 1964 se celebró un Comité Ejecutivo de la UEFA. Ahí Agustín Pujol consiguió que el organismo europeo levantase la exclusividad de la participación en la Copa de Europa para el campeón de Liga, permitiendo al subcampeón acceder a esta competición. Tras este evento comenzó a escucharse ese anteproyecto de Liga Europea. Una competición que tenía toda su estructura definida; formato, fechas, países participantes... Se trataba de una aglutinación de los equipos más potentes del continente; escogidos no sólo por méritos deportivos. Las federaciones se iban a guardar el derecho de elección, por lo que su clasificación no dependía exclusivamente de su situación en Liga. 

El formato

El formato era el siguiente: tres grupos con catorce clubs y cuatro grupos con seis equipos marcados por su climatología fría. En los dos primeros grupos habría equipos de Alemania del Oeste, Inglaterra, Bélgica, Escocia, Francia, Países Bajos, Portugal o España, y en el tercero habría clubs de países como Chipre, Dinamarca, Luxemburgo, Suiza o País de Gales. Por su parte, los grupos climatológicos estarían divididos en cuatro apartados y estarían integrados por equipos de la URSS, Hungría, Suecia, Noruega, Finlandia, Yugoslavia, Rumanía, Alemania del Este, Austria... De los tres primeros grupos se clasificarían los dos primeros y de los cuatro grupos restantes saldrían otros dos equipos. Esos ocho se emparejarían en dos grupos de cuatro de los que saldrían dos equipos que jugarían la gran final, a ida y vuelta o en partido único en campo neutral.

La competición tenía incluso fecha de salida: el primer domingo de septiembre. Y se disputaría hasta el mes de mayo, ocupando toda la temporada como una Liga europea y siendo un sustituto de los torneos europeos. En un principio, el Real Zaragoza tendría que estar entre los representantes españoles para esta competición. En ese instante el conjunto blanquillo era uno de los clubs de moda de todo el fútbol del viejo continente y admirado en aquellos puntos del mundo donde sus gestas se difundían con lejanía. No sólo por el estilo de juego eterno y único de Los Magníficos; también por ese título de la Copa del Generalísimo, la Copa de Ferias, un cuarto puesto en Liga y un triunfo en la Eurocopa con claro color blanquillo gracias al gol del legendario zaragocista Marcelino. «Ese año hicimos el triplete», bromea Canario sobre todos estos logros. Esta noticia complementaba el sueño de muchas voces de la prensa o del fútbol del viejo continente.

En febrero de 1964 ya había ecos en la prensa inglesa de una Liga Europea. De hecho, el prestigioso periodista inglés Brian Granville publicó una columna en la revista World Soccer que se titulaba «La realidad económica forzará a una Liga Europea». Las razones eran claras: aumentar la competitividad ante la cantidad de equipos pequeños que le quitan interés y buscar una mayor rentabilidad económica para los clubs. Una idea que coincidía en forma con aquello que planteó Pujol y que, de haberse llevado a cabo, hubiera situado al Real Zaragoza entre los elegidos para participar en esa Liga Europea que ya sonaba hace más de medio siglo.