Es una rareza, aunque en los últimos tiempos ha habido varios casos, que un portero marque un gol. El último tanto de un arquero del Real Zaragoza lo había hecho Chilavert desde el punto de penalti en un lejano 1990. El paraguayo era un especialista en esa suerte, como también lo fueron en el arte de los tiros libres otros como el brasileño Ceni, el colombiano Higuita o el mexicano Campos, todos ellos con un gran golpeo y un halo excéntrico. En Lugo, sin saber bien cómo, fue Cristian Álvarez, un guardameta académico, el que mandó a la red un saque de córner en el minuto 97, un gol, quién sabe, si para la historia del club por lo que puede llegar a significar en este final de Liga. Fue el 2-2, un punto de regreso para La Romareda y, sobre todo, dos menos para el Lugo, rival directísimo en esta áspera pelea por la supervivencia.

El Real Zaragoza empató en el último instante, en la última acción de un partido que vio perdido por dos errores de marca a balón parado en los dos tantos locales, ambos a la salida de un córner. Al equipo le sonrió el fútbol de manera imprevista, por el momento especialmente, no tanto por merecimientos, porque Adrián González y Eguaras bien pudieron haber empatado antes en un remate de cabeza a bocajarro tras una excelente jugada en combinación y en un magnífico disparo desde fuera del área, respectivamente. Al equipo le sonrió el fútbol como ya le había ocurrido sobre todo en Fuenlabrada, donde con la victoria por 0-1 se subió a una buena onda después de un mal partido, terrible en la primera parte. Allí, todo un clásico, se empezó a hablar de la flor y el buen sino de Juan Ignacio Martínez.

A pesar de que en el Anxo Carro su propuesta de encadenarse al 0-0 y ver qué cae casi se le viene encima por dos acciones similares, JIM sumó otro punto más para su fecundo casillero con ese modelo de juego tosco, rácano, contemplativo, que solo se estira cuando la necesidad obliga y de tan difícil aceptación en una plaza como esta. Pero así, con esa idea, maravillosa por sus resultados, ha sido como el entrenador alicantino ha sacado al Real Zaragoza de la ciénaga en la que se lo encontró y ha convertido la salvación en una misión posible cuando lo que heredó era una tarea prácticamente imposible.

Así, con esa idea fea pero tremendamente efectiva, ha sido como ha sumado 30 puntos en las 19 jornadas que lleva en el banquillo, un ritmo que se acerca al del Espanyol, similar al del Mallorca y superior al del Almería, los tres grandes de esta Liga, cifras que ponen en valor su impacto. Esa es la suerte de JIM. La del Real Zaragoza, visto su extraordinario bagaje de puntos, que apareciera por aquí, que ya me dirán que otra cosa importa en una situación tan extrema, si sumar o ponerse exquisito. Las malas, que ni con ese sobresaliente balance le ha dado para alcanzar las últimas jornadas salvado o virtualmente salvado como consecuencia de un legado envenenado. Y que no llegara un poco antes con este librillo antipático e impopular pero de tremenda eficacia.