Jorge Murillo es zaragocista desde que tiene recuerdos. Aragonés, por trabajo tuvo que mudarse a Madrid, donde confiesa que se quedó por amor. La afición por el Real Zaragoza y el fútbol surgió «por jugar desde pequeño» y, antes de esto, también por ver los partidos y entrenamientos de su padre. Ahora, Jorge vive este deporte «con envidia» porque siempre le ha gustado «más jugar que verlo».

Murillo tiene 35 años y en el 2015 le diagnosticaron Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad progresiva que causa la pérdida del control muscular. Ve el fútbol profesional «como un espectáculo» y por esto mismo escoge para ver «partidos importantes y, a priori, interesantes». Del Zaragoza no se pierde ninguno. Recientemente, el club homenajeó a Sergio Pina, exjugador de la entidad y entrenador que también sufre esta enfermedad. 

Recuerda el duro final de la temporada pasada, cuando «estuvo tan cerca el deseado ascenso» y también incide en lo «mala que está siendo esta». Pero a pesar de sentir «rabia», asegura que «la esperanza es lo último que se pierde». Por esto mismo, este aficionado ha pasado «muchos nervios» aunque tiene que controlar su pasión por su enfermedad. «Respiro gracias a un respirador conectado a mi tráquea, no puedo hacerlo solo», explica y añade que tiene «una frecuencia de respiración fija». 

Esto significa que «los nervios no son nada buenos, porque con ellos no se puede gestionar la respiración». «El final de la temporada pasada o el gol de Cristian en el último minuto en Lugo hacen que me ponga fácilmente en 130-140 pulsaciones. Cualquier persona lo compensaría respirando más rápido, pero yo no puedo», recuerda Murillo. El respirador va al mismo ritmo en todo momento, sin tener en cuenta si su corazón sube de pulsaciones. «Se pasa muy mal con ese ahogo», confiesa. Pero claro, también tiene su parte buena. 

El ser aficionado del Real Zaragoza supone una dosis de cal y otra de arena. Lo mejor llega cuando gana. «Me tiene entretenido dos horas y me gusta mucho», comenta este zaragozano. Aunque tampoco esto significa que el resto del tiempo Jorge Murillo lo pase aburrido. Es cierto que describe su día a día como «bastante rutinario». Pero, desde luego, lleno de actividad. Se levanta para la primera dosis de medicación y alimento. Mientras tanto, aprovecha para ver series y películas. 

Tras unos estiramientos, ejercicios de fisioterapia y asearse, una grúa le lleva al salón. Allí empieza su actividad. «Mi cabeza no para de estar ocupada, es fundamental», explica y añade que desde que encienden el ordenador hasta que lo apaga no paro «de trabajar». Así lo considera, aunque no le paguen. 

«Atiendo dudas de compañeros enfermos o hipocondríacos asustados que me escriben, he colaborado en el testeo de dos dispositivos de comunicación por mirada», enumera, e incluso llegó a estar en las listas electorales para el Ayuntamiento de Madrid, pero cuando su estado de salud era «más delicado». Y, entre todo esto, saca hueco para animar al Real Zaragoza. Lo hace, según apunta, un poco en soledad al estar lejos de la comunidad, aunque siente el apoyo del club y su gente.