El Zaragoza está salvado. Su vida ya no corre peligro. Se acabó el sufrimiento, la congoja y una insoportable agonía por la que muchos deberán rendir cuentas. No estarán entre ellos esos niños que, de la mano de JIM, decidieron hacer del infierno un sitio divertido, un recreo donde jugar a ser mayor y soñar con salvar a su Zaragoza del alma con una imborrable sonrisa en el rostro y un escudo tatuado en el corazón. Francho y Azón, dos niños que no llegan a la veintena, cumplieron aquella promesa que un día hicieron a los suyos: el Zaragoza no moriría porque ellos lo harían por él. Hay vida. Hay futuro. Hay luz. 

Los dos canteranos, con la inestimable ayuda del colega Francés, otra joya, y a las órdenes del gran capitán Zapater, pusieron el sello a una permanencia que les pertenecerá para siempre. Al Zaragoza le han sobrado dos partidos, algo inimaginable hace unos meses. JIM y esos benditos niños lo han conseguido. 

El técnico alicantino fue el amo del partido. Dispuso una formación con apenas tres variaciones respecto a la que formó de inicio en Las Palmas para aportar una dosis extra de oxígeno con la entrada de Tejero, Francho y Bermejo. Los dos primeros fueron protagonistas esenciales en unos primeros compases en los que el Castellón, como se preveía, salió con mayor ímpetu, acuciado por la necesidad y el agobio de una clasificación que concedía cierta tregua a los locales.

El Zaragoza, por su parte, se mostraba tranquilo y confiado. Tal es el grado de seguridad y confianza adquirido por los aragoneses en La Romareda desde que JIM asumió las riendas que el rival parece abocado al derrumbe por mucha gallardía que muestre. 

Al Castellón, como a otros muchos en el 2021, esa falsa sensación de superioridad se le vino encima cuando, antes del primer cuarto de hora, el Zaragoza ya le había dado matarile. Fue Francho el que lo hizo todo. Inició la contra, conectó con Narváez, recibió del colombiano y conectó un precioso disparo que se coló directamente en la escuadra izquierda del marco de Whalley. Se volvió loco el canterano, que se comió a besos un escudo que adora desde que nació. Sabía que el tanto era la salvación. Los besos del alma.

Así que, sin darse cuenta, al Castellón, que parecía dominar el duelo con Gus junto a Bodiger en el eje de la medular, se le vino el mundo encima. Antes del bofetón, el cuadro de Garrido había enseñado los dientes a balón parado aunque sin excesivo peligro más allá de un despeje errático de Francés que casi da un disgusto a Cristian. Tras el varapalo, los visitantes, que tardaron en recuperarse y que sufrieron los avisos de Azón y Francho, que no llegaron por poco a sendos centros de Tejero, trataron de retorcerse contra una suerte que, sin embargo, parecía echada.

Porque este Zaragoza, al fin fiable y capaz al que se le ha hecho corta la temporada, sabe lo que hace. Resulta inevitable imaginar hasta dónde hubiese sido capaz de llegar este equipo con un puñado de jornadas más por delante. Sin duda, es uno de los mejores del campeonato. 

Nada más salir del vestuario, el partido se acabó. Fue Azón, el más joven pero el menos niño de todos, el ejecutor de un Castellón que sucumbió a manos de esos chavales intrépidos y despiadados. El cabezazo del delantero, a un saque de esquina del gran Zapater, finiquitó la contienda y a un Castellón al que la vida se le iba por los ojos.

Pero, por si acaso, Azón mantuvo el ataque y, en una galopada colosal, fue derribado en el área por Gálvez. EL VAR corrigió a Ocón y Tejero, de forma magistral, prolongó el recreo.

Hasta el final, el partido fue un respiro para los lo cales y un calvario para un Castellón que solo se acercó con peligro a las inmediaciones de Cristian en a través de un cabezazo postrero de Gálvez que se fue al poste. Azón, agotado, se marchó a descansar con una sonrisa de oreja a oreja que no le cabía en el rostro. Francho y el resto de la panda se quedaron un rato más disfrutando de ese recreo en el que los niños fueron capaces de convertir el infierno.

Atrás queda una campaña infame marcada por múltiples errores y un imperdonable fracaso colectivo que ha amenazado seriamente la existencia de una entidad cuya historia exige ahora decisiones profundas. 

R. Zaragoza: Cristian Álvarez; Tejero, Francés, Peybernes ('Pichu' Atienza, m.68), Nieto; Francho, Eguaras, Zapater (James, m.76), Narváez (Vuckic, m.82); Bermejo (Zanimacchia, m.76) e Iván Azón (Sanabria, m.68).

Castellón: Oscar Whalley; Lapeña, Gálvez, Delgado (Cubillas, m.57), Víctor; Gus Ledes (Marc Mateu, m.67), Bodiger; César Díaz, Arturo Molina (Señé, m.76), Rubén Díez (Salvador, m.76); y Ortuño (Zlatanovic, m.57).

Te puede interesar:

Goles: 1-0. M.13. Francho; 2-0. M.47. Iván Azón; 3-0. M.65. Tejero (penalti).

Arbitro: Ocón Arráiz (Comite Riojano). Amonestó con tarjeta amarilla a Arturo Molina y Cubillas, del Castellón.