Rafael Moreno, para la posteridad Pichichi, fue un jugador del Athletic de Bilbao de principios del siglo pasado, muy conocido en la época, habitual goleador, al que el club vasco erigió un busto en San Mamés en su memoria y cuyo apodo futbolístico quedó para siempre ligado al trofeo del máximo realizador de la Liga, como el de Zamora al del portero menos batido. Una de esas figuras que traspasan las generaciones y cuyos nombres se convierten en vocabulario de uso común en este deporte.

Contra el Leganés, que le vapuleó en una noche absolutamente deshonrosa, que hubiera hecho arder el estadio con público, el Zaragoza dio por concluida la tormentosa temporada 20-21, corregida en su peligrosísima dirección entre el principio del invierno y la primavera con la pócima aplicada por un técnico veterano, sabio y firme en sus decisiones, populares o impopulares: fútbol de contención, orden defensivo, porterías a cero y fortaleza en La Romareda. Hasta este domingo. Juan Ignacio Martínez, sin embargo, ha tenido que batallar con un déficit insólito. La ausencia de un verdadero pichichi y la extrema falta de gol de sus atacantes, especialmente de los carísimos Toro y Vuckic, que acaban una campaña completa sin haber visto portería, y de Álex Alegría, con una triste diana.

Solo han salvado el honor Narváez, con un rendimiento decreciente e irregular, pero autor de nueve tantos y el guerrero Azón, torrente de energía y responsable de cuatro entre Liga y Copa con 18 años recién cumplidos. Tampoco la segunda línea ha aportado en esa faceta clave, salvo Adrián (tres, pero con una presencia desigual e incidencia solo en una fase muy concreta). Zanimacchia ha transformado dos penaltis, Bermejo ha hecho un gol y Larrazabal, cero.

El Zaragoza debe renovarse institucional y societariamente de manera profunda. Hacen falta dinero y aires nuevos. El momento y el desgaste lo piden de modo diáfano. Y en el césped, cambiar casi al completo su línea de ataque. Ahí, junto a la errática elección y el tempo con los entrenadores, estuvo el gran error de esta campaña cerrada con deshonor. Para andanzas mayores y sin estas afrentas, el equipo necesita otro músculo financiero y un pichichi. O alguien que se le parezca.