El Zaragoza cerró con una derrota muy dolorosa y vergonzosa en las formas, el último episodio de una temporada global insoportable, pero intrascendente en el fondo clasificatorio una Liga terrible en la que bordeó el desastre y tras la que se divisa un horizonte plagado de dudas. La SAD ha vivido meses de negociaciones, de gestación de un proceso de cambio en la propiedad que debería fructificar en breve, porque esa nueva realidad, si llega, no tiene sentido que se vaya más allá en el tiempo, para que los gestores puedan tener más margen en el diseño del proyecto de cara a la novena en la categoría de plata, lo que da una idea del terrible momento del club. 

Queda por ver hasta qué punto van a llegar esos cambios, si los días de la ya desgastada y anulada Fundación tocan a su fin o solo los del máximo accionista, César Alierta, o si se añade un compañero de viaje, como al presidente Lapetra le gusta decir, lo que solo implicaría un parche, nunca un transformación tan honda como necesaria. En todo caso, está fuera de toda duda que el proyecto necesita un viraje económico, mayor capacidad y músculo financiero en una entidad ahogada por las deudas y que cada año en Segunda le devuelve una imagen de mayor pobreza.

Los accionistas mayoritarios, los que conforman la Fundación como ente solo en teoría unido, no están dispuestos a aportar más capital. Así, es obligado, vital e imprescindible la entrada de inversores, porque el déficit de caja de este curso ronda los 14 millones, con unas deudas con vencimiento a 30 de junio que suponen 4,32 millones de euros, sin contar las cantidades del concurso y las de Hacienda. 

En medio de esa situación delicada en lo económico, de urgencia absoluta, Miguel Torrecilla ya ha empezado la planificación de la temporada, negocia con agentes, tiene decidido el perfil de la plantilla que quiere y las salidas que habrá y que comunicará ya a los jugadores. Es decir, la labor propia de un director deportivo, algo que no debería sorprender en circunstancias normales pero sí que lo hace si se van a producir esos cambios en la SAD que se vienen gestando. El responsable de la parcela deportiva es un ejecutivo de máxima confianza en cualquier club y lo normal, lo habitual, es que si llegan nuevos propietarios también hubiera ahí un relevo en ese cargo.

JIM, el hombre del milagro, el artífice de haber solventado una papeleta de funestas consecuencias, sabe que va a seguir en el banquillo. Es lo que se le ha comunicado desde la actual propiedad, lo mismo que se le ha dicho a Torrecilla que va a continuar en su puesto. Ambos, además, tienen contrato en vigor. Todo sucede en ese ambiente que divisa cambios y que convierte en extraña una situación que en otro contexto rezumaría normalidad.

Si los cambios son superficiales, al Zaragoza le espera un verano con la puerta de salida abierta para Francho o Francés para hacer caja, además de que Juanjo Narváez apunta a una venta sea cual sea el escenario. Si hay una transformación honda, el club debe emerger con un proyecto convincente, ilusionante para una afición hastiada y frustrada y, sobre todo, más fuerte.