En verdad, fue el desenlace más justo posible. La peor temporada de la historia del Real Zaragoza echó el cierre con una goleada vergonzosa y humillante a manos de un Leganés que no hizo más daño simplemente porque no le dio la gana. El enésimo bochorno para el zaragocismo no hace sino incidir en la urgente necesidad de darle la vuelta al equipo y al club como a un calcetín. De lo que hay vale más bien poco. En todos los ámbitos y sectores. 

La ignominia, eso sí, fue la primera con JIM en el banquillo. Al menos llegó con los deberes hechos y la permanencia, tan perentoria como raquítica, asegurada. Pero no por eso deja de escocer otro esperpento. El último episodio grotesco de una temporada infame. La última deshonra de un Zaragoza indigno.

Fueron cinco. Y gracias. Porque el Leganés, el tercer mejor equipo de la categoría según la clasificación, manejó a su antojo a un Zaragoza que fue un pelele en sus manos. Antes de la media hora, los aragoneses ya habían bajado los brazos tras haber recibido los dos primeros golpes. La bandera blanca, tan habitual durante toda la temporada, no mermó la voracidad de un Leganés dispuesto a hacer sangre y del resto del partido un ensayo plácido del playoff que afronta a partir de ahora en busca del ascenso.

Hace casi cinco años, a Luis Milla, entonces entrenador del Real Zaragoza, le hacían los ojos chiribitas cuando se refería a Juan Muñoz, la última adquisición de un equipo aragonés que se hacía con «un pepinazo en el área», según el técnico turolense. Pero el andaluz, de apenas 20 años y cedido por el Sevilla, duró cuatro meses en el club, que rompió el préstamo para permitir que se fuera al Levante, con el que ascendió a Primera. En todo este tiempo, Muñoz y el Zaragoza no han salido de Segunda aunque al delantero le ha ido mejor que a un club aragonés al que antes de echar el telón se le cruzó aquel pepino para amargar aún más la despedida de un equipo maltratado por la voracidad del utrerano, el entusiasmo de Miguel y la calidad de Rober, un futbolista mayúsculo que hizo del envite un divertido juego con marionetas.

Al cuarto de hora, Pua ya había puesto por delante a los madrileños tras aprovechar un error garrafal de Chavarría en la salida. El impropio pase en horizontal en el área golpeó en Muñoz, que poco antes se había estrenado con Ratón en un mano a mano, y acabó en Miguel, que habilitó a Pua para adelantar a un Leganés al que el Zaragoza había hecho frente hasta entonces. 

Pero el segundo gol fue definitivo. Muñoz adivinó el paso en falso de Ratón para colarle por su palo una falta directa tan bien ejecutada por el delantero como mal interpretada por el portero, que poco después estuvo a punto de revivir el episodio en otro golpe franco que repelió su poste derecho.

A esas alturas, el Zaragoza ya era un quiero y no puedo. Ratón intentaba redimirse del error con una doble parada a Rober y Pua, pero nada pudo hacer para impedir que Muñoz, esta vez sí, le superara en el uno contra uno después de que Bermejo perdiera la enésima pelota en campo propio. El Leganés se lo pasaba en grande ante un Zaragoza diminuto al que se le llevaban los demonios cada vez que miraba al luminoso. No tanto por el marcador, que también, sino por el tiempo que todavía le quedaba por sufrir.

JIM tiró en el descanso de Toro Fernández y Zanimacchia en lugar de Francho y Azón quizá para librar del escarnio a los dos canteranos, responsables en gran medida de la resurrección de un equipo cadavérico al que la fe de JIM y la ilusión de los niños le han apartado de una muerte segura. Pero el Leganés no estaba por la labor de rebajar el nivel de intensidad y, esta vez por la izquierda, fabricó el cuarto nada más reanudarse el choque. Fue Rubén Pardo, que también había aparecido tras el descanso, el que culminó con un certero disparo una elaborada jugada para seguir desnudando las vergüenzas de un Zaragoza que no tardaría diez minutos en encajar el quinto. Miguel, con otro gran lanzamiento, volvía a dejar en evidencia ese sistema defensivo que tan bien había funcionado con JIM, con el que solo se habían recibido dos goles en once partidos en La Romareda. El Leganés le había hecho cinco en apenas 55 minutos.

El partido estaba acabado, como un Zaragoza destrozado, humillado y avergonzado. Aunque no tanto como una afición que poco antes del inicio del duelo ya había exigido cambios en una concentración a las puertas del estadio. Falta hacen. Y asumir de una vez que esto no puede volver a suceder. Autocrítica, reflexión y actuaciones inmediatas. De otro modo, la salvación de hoy será la condena de mañana. La de anoche debe ser la última deshonra.

 Real Zaragoza: Ratón; Tejero, Jair, Nieto, Chavarría; Francho (Zanimacchia, m.46), Zapater; Sanabria, Bermejo (Larrazábal, m.67), Narváez; e Iván Azón ("Toro" Fernández, m.46).

Leganés: Riesgo; Palencia (Sergio González, m.46), Rodri Tarín, Javi Hernández, Silva (Ignasi Miquel, m.58); Luis Perea, Rubén Pérez (Rubén Pardo, m.46); Rober Ibáñez (Shibasaki, m.69), Juan Muñoz, Kevin Bua; y Miguel (Borja Bastón, m.58).

Goles: 0-1. M.15. Kevin Bua; 0-2. M.30. Juan Muñoz; 0-3. M.43. Juan Muñoz; 0-4. M. Rubén Pardo; 0-5. M.55. Miguel.

Arbitro: Sagués Oscoz (Comité Vasco). Amonestó a Zapater, Chavarría, Francho y Narváez, del Real Zaragoza.