Los tiempos han sido los que han sido, excesivos y exageradamente alargados. Tanto se ha estirado el chicle que el verano ya está bien entrado y al equipo le ha dado para irse, para volver y para encontrarse en plena preparación para la próxima temporada en una situación realmente extraña e inaudita. Para el Real Zaragoza todo hubiera sido mejor de otra manera, con una aceleración mayor en la toma de decisiones. No ha sido así. Mientras los propietarios de la Sociedad Anónima apuran las fechas para oficializar la solución definitiva al larguísimo proceso negociador para la venta del club, Juan Ignacio Martínez realizó su primera comparecencia, por el momento el primero y único con cargo de responsabilidad en la entidad que se ha expuesto al escrutinio de las preguntas públicas, otra señal inequívoca de la anormalidad de la situación.

JIM se sentó en la sala de prensa de la Ciudad Deportiva con el color que perdió en algunas semanas de la pasada campaña, en las que a pesar de sus magníficos números atravesó por momentos de gran sufrimiento. Ante la ausencia de cualquier otro, el entrenador se ha convertido en el faro que guía las ilusiones en cuarentena del zaragocismo. JIM lanzó un mensaje bien preparado. El Real Zaragoza tendrá un equipo supercompetitivo, afirmó. No lo dijo al tuntún, sin cálculo ni reflexión alguna detrás de sus palabras. Sin nombrarlo, el técnico se refirió a lo que la entidad ha transmitido en todas sus estructuras, la esperanza de que habrá algo más de dinero disponible en el límite salarial que años anteriores y que al club le dará para armar una plantilla con posibilidades. De su permanente optimismo y de ahí nace el tono un tanto entusiasta de su discurso.