Toda fórmula tiene ventajas e inconvenientes y su éxito o su fracaso depende de numerosos factores, en última instancia el rendimiento personal del futbolista, condicionado por sus circunstancias y por un contexto determinado que, en cierto modo, también lo determina. En su etapa en el Real Zaragoza, Lalo Arantegui solía arriesgar con vínculos laborales de larga duración cuando entendía que la apuesta lo merecía. Detrás de cada jugada, un objetivo: hacer patrimonio, tener fe en el crecimiento futuro del futbolista, disfrutarlo, revalorizarlo y, finalmente, si todo salía bien, multiplicar su valor en el mercado con vistas a una posible operación económica beneficiosa para la Sociedad Anónima. Por el momento, Miguel Torrecilla, el nuevo ejecutivo con mando en plaza, está acortando la duración de los contratos en propiedad en su primer mercado de verano. Así, en principio, se reduce el riesgo financiero y la exposición para la entidad en caso de que vengan mal dadas. O se incrementa y se desaprovechan coyunturas favorables en el supuesto contrario.

Uno de los últimos jugadores que Arantegui fichó con un contrato largo fue Sergio Bermejo. El mediapunta llegó del Celta B con 23 años y firmó por cuatro temporadas. En su primera campaña, la pasada, participó en 37 partidos, 26 como titular, disputó 2.437 minutos en la Liga, marcó un gol y repartió cuatro asistencias. En el ejercicio en curso ha comenzado también asumiendo un rol importante: titular contra el Ibiza en La Romareda y en Valladolid.

Bermejo tiene talento. Eso es lo principal. Posee calidad técnica en una zurda muy fina, capacidad y visión para el último pase, disparo y posibilidades de ser más de lo que es. Estamos, eso sí, ante un jugador liviano, de 1,70 metros y con problemas de consistencia física y en el cuerpo a cuerpo. Hasta el momento, su tiempo en el Real Zaragoza se ha caracterizado por la irregularidad, con chispazos aislados, algún partido redondo y muchos intrascendentes, pisando poco el área y llegando poco al gol, muchas veces fuera de su ubicación ideal.

Tras algo más de un año de adaptación a una nueva categoría y un entorno distinto, el madrileño tiene una responsabilidad: mejorar su competitividad y encontrar la manera de desarrollar su potencial. Más que seguir prometiendo, empezar a ser. Dejar de ser Bermejito, como cariñosamente le llama Juan Ignacio Martínez, y convertirse en Bermejo.