Un 6 de septiembre de 2003 debutaba como profesional Juanma Marrero, entonces extremo y carrilero zurdo en Las Palmas y ahora, 18 años después y a punto de cumplir los 39, central en el Fuenlabrada tras una extensa carrera que incluye 428 partidos entre Segunda B y Segunda. Todo un clásico, vamos. “Con los años he ido para atrás en mi posición y no he terminado de portero de milagro”, bromea. Tiempo, desde luego, ha tenido para ello y también equipos, Las Palmas, Rayo, Huesca, Oviedo, Numancia y Fuenlabrada, a donde llegó en 2016 y en el que es primer capitán y ahora fijo en el eje para Oltra. “No voy año a año sino casi día a día. Ya voy viendo que está cerca la retirada y trato de disfrutar y de seguir aprendiendo, porque uno siempre tiene que tener esa humildad, tanto en esta etapa como en las que vengan”.

El DNI y los kilómetros recorridos le dan la experiencia y el poso para “disfrutar cada día con lo que hago y esa es mi motivación”, aunque eso incluya las bromas de los compañeros. “Están metiéndose todo el día conmigo, que si el abuelo, como me llaman muchas veces, el cascarrabias… Disfruto hasta cuando me dicen esas cosas. Es que el fútbol ha sido mi vida, prácticamente lo único que he sabido hacer”, recalca, dejando claro que la retirada, el cambio de etapa en su vida llegará “cuando vea que mi cuerpo no da y que el ritmo no lo aguanto, entonces daré un pasito a un lado y seré honesto conmigo mismo y con el Fuenlabrada, que me está dando toda la confianza”.

"Tengo esa espina clavada de no haber jugado en Primera y hace dos años, con todo lo que nos pasó en La Coruña, con el famoso partido que se aplazó, rozábamos estar en el playoff. El maldito covid, fue muy cruel”,

Por entonces no andará lejos del medio centenar de partidos oficiales y ninguno en la élite. “Por supuesto que tengo esa espina clavada y hace dos años, con todo lo que nos pasó en La Coruña, con el famoso partido que se aplazó, rozábamos estar en el 'playoff' y quién sabe si lo hubiéramos logrado subir. Ese dolor por aquello, por el maldito covid, me queda muy marcado y fue muy cruel”, recuerda sobre la promoción aplazada y en la que el Zaragoza, como tercer clasificado, cayó ante el Elche, el que entró en lugar del equipo fuenlabreño y que al final logró subir. “Quizá no he tenido el nivel para Primera, pero es que me siento muy satisfecho de mi carrera. Si no me puedo quejar, a lo mejor hubiera pisado la élite y no habría llegado a los 39 años jugando. El fútbol me ha dado mucho, siempre tuve equipo, sin estar en el paro y estoy muy orgulloso de lo conseguido”, reflexiona.

La fortaleza en casa

Ahora, la siguiente estación es cerrar una nueva permanencia con el Fuenlabrada, con el que logró subir en el 2019, y para eso hay que ir paso a paso. De momento, no han ganado en casa y llevan 5 puntos de 12 en la tabla. “Aquí nos tenemos que hacer fuertes, que es lo que siempre hemos sido en el Fernando Torres para conseguir lo antes posible la permanencia”, advierte, una idea que choca con la presencia del Zaragoza en el estadio madrileño este domingo. “Lo he visto y tiene menos puntos de los que se merece. Es un gran equipo, con mucha historia detrás y mucho seguimiento. Posee arriba mucha calidad, con jugadores como Narváez o Bermejo, que son desequilibrantes. Como bloque ha mejorado con respecto a los últimos años, es equilibrado, compacto, disciplinado, ordenado y además tiene calidad. Todo eso es muy difícil de contrarrestar”.

"El Zaragoza como bloque ha mejorado con respecto a los últimos años, es equilibrado, compacto, disciplinado, ordenado y además tiene calidad"

Sabe, por el año que vivió en Segunda con el Huesca (08-09), con un Zaragoza que ese año también fue de plata y que logró subir, que el equipo blanquillo no puede tener otras meta. “Recuerdo las semanas de los derbis, eran especiales. En el Huesca viví un año muy bonito y logramos la permanencia”, rememora, volviendo después a la realidad de su rival. “Los presupuestos y los límites salariales marcan mucho, pero el Zaragoza está obligado a pelear por volver a donde se merece, a la Primera y a los puestos altos, que es donde siempre estuvo. Esa exigencia también juega en contra del equipo, no es lo mismo jugar en el Fuenlabrada que en el Zaragoza”, indica.

Esa sentencia revela el peso de un escudo y de una camiseta que muchos jugadores zaragocistas han notado en los últimos años, para rendir por debajo de lo que se esperaba de ellos. “Para mí el escudo sí pesa y lo he vivido en equipos que tenían su historia como el Oviedo y Las Palmas. Este tipo de peso no todos los futbolistas están capacitados para llevarlo y la presión de la afición se hace notar. Mentalmente hay que ser fuerte”, asevera, con la voz de la experiencia de una carrera larga que ha tenido momentos y técnicos para todo, para debutar, lo que convierte a Juan Manuel Rodríguez, el míster que le dio la alternativa, en un preparador vital para él, aunque se queda también con Pacheta. “Fue importante porque me cogió en un momento de mi carrera (en el Oviedo, en Segunda B) que iba de capa caída y me revivió. Me reubicó de central cuando era una posición que ni conocía”, sentencia, con el recuerdo de “haberlas vivido de todos los colores en estos años”. Es lo que tiene el rozar casi la eternidad.