A pesar de su creciente mercantilización, que por dinero baila el perro, el fútbol conserva una parte trascendental de su higiénica genética original gracias a los aficionados, depositarios verdaderos del sentimiento que mueve este mundo redondo y responsables de su pervivencia en el tiempo gracias a la transmisión de su significado de generación en generación. Los aficionados le dan sentido y alma a este juego, que además de una imponente máquina de mover dinero es también identificación, pasión, territorio, unión, comunidad, entretenimiento, amistad, gozo o sufrimiento. Y orgullo de pertenencia.

El orgullo que produce que alguien de aquí, nacido y criado aquí, vecino de la ciudad, devoto del Real Zaragoza y a la vez profesional del fútbol, llegue a la cúspide de la pirámide desde los campos de la Ciudad Deportiva. Un camino que recorrieron Vallejo, Soro o Guti y por el que ahora pisan Francho, Iván Azón y Francés, los tres internacionales sub-21, extraordinarios activos del club, chicos para llevar la bandera en el campo, corazón blanquillo y espejo de las próximas generaciones. El presente ya es su suyo. Lo normal será que a su regreso de la selección, Francho y Francés vuelvan a la titularidad en Fuenlabrada por su peso específico en el equipo.

La Ciudad Deportiva lleva tiempo produciendo talento. Jugadores de Primera en todas las posiciones. Francés es la última gran aparición. Un central de 19 años con juego de veterano y las mejores virtudes para el puesto. Un defensa total que puede hacer las cuatro posiciones atrás, un hoy y un ahora consolidados y una tremenda proyección. Si describe la curva que apunta, le espera un futuro de altísimos vuelos. Ahí tiene el Real Zaragoza un tesoro, su gran joya.