Un disparo seco y combado de Narváez desde el borde del área después de una recuperación en la presión en tres cuartos de Nano Mesa, muy activo en su primera titularidad; un remate a bocajarro del delantero canario que se fue por arriba con todo a su favor; una chilena de Álvaro Giménez dentro del área que detuvo Altube; un cabezazo de Jair a la salida de un saque de esquina que lamió el poste con el guardameta batido; otro de Francho; una llegada a la línea de fondo de Gámez y pase de la muerte que no alcanza su destino con la defensa desordenada; otro chut de Narváez llegando por la izquierda y abusando del balón y de egoísmo con Giménez esperando en posición de gol…

Así hasta diez remates a portería en la primera parte, seis córners y un 63% de posesión. Un control absoluto del juego en Fuenlabrada con un excelente criterio con el balón, abriendo el campo, muy buena movilidad de los centrocampistas y de los delanteros, producción ofensiva continuada, ocasiones clarísimas. Muy buen fútbol. Todo, menos una preocupante falta de dominio del área rival, con una cantidad de errores incontables en la definición, y de la propia, en la que el Real Zaragoza encajó el 1-0 en una acción aislada, un córner mal defendido por un arquero con este punto débil, siempre se hunde (luego, en el minuto 82 puso una estupenda mano abajo e interceptó otra con la cara), y unas marcas despistadas en el área pequeña. Esos son los pecados. El equipo lleva la penitencia en los resultados, cinco puntos de quince posibles.

Sin embargo, el Zaragoza de JIM de la primera parte fue el Zaragoza que queremos. Su equipo finalmente empató cuando más difícil era hacerlo, en inferioridad tras la expulsión de Gámez, en un penalti transformado por Vada. Luego, hasta pudo ganar, pero Borja Sainz estuvo como sus compañeros en un mano a mano: mal. Y a Azón le birló el 1-2 un fuera de juego en el descuento. Así es este deporte. La razón absoluta solo la dan las victorias. El Zaragoza no ganó, pero la primera mitad marcó el camino. Al entrenador le toca no perder la perspectiva e incidir en esta propuesta. Seguir siendo así de valiente.