Juanjo, Álvaro, Nano, Borja e Iván, es su hora. También la de Sergio y la de César, el último en llegar. Tómenlo como una simple referencia temporal, que su momento ha llegado. O como una plegaria respetuosa hacia los atacantes del Real Zaragoza. Después de cinco jornadas de Liga, ninguno de ellos ha conseguido todavía ver portería a pesar de que prácticamente todos han dispuesto de oportunidades suficientes para hacerlo, algunos en mayor medida que otros, especialmente Narváez, que ha rozado el gol varias veces sin suerte o sin haber tenido la precisión necesaria en sus remates. También Mesa o Sainz, a los que los partidos les han puesto en situaciones muy ventajosas.

El Zaragoza ha superado el primer mes de competición con un balance de cinco puntos de quince posibles, pobre bagaje en cualquiera de las consideraciones. Más todavía después de haber firmado en Fuenlabrada un encuentro notable en su conjunto, sobresaliente en la primera mitad, en la que jugó con suficiencia, encerró a su rival y lo sometió a base de pureza y ocasiones, que quedaron en eso, ocasiones. El equipo fue capaz de producir mucho fútbol y en ello colaboraron decisivamente los delanteros con su movilidad, asociación y verticalidad, la de Narváez y Mesa, o aportando intangibles más invisibles pero de importante valor para el entrenador, como los de Giménez. O furia, la de Azón, cuando salió.

Sin embargo, ninguno ha logrado aún cumplir con el principal cometido de un delantero: marcar. Un buen rato en Valladolid, pero fundamentalmente en las dos últimas jornadas, el Zaragoza ha generado volumen de juego y oportunidades para que sus puntas no estuvieran ahora como están, todavía por bautizar. El equipo ha de empezar a dominar el área rival. Convertir la cantidad en calidad. Necesita que los delanteros hagan el trabajo para que se les ha contratado. Hacer gol. Es su hora.