Desesperante es que un día más el Real Zaragoza no ganase haciendo méritos más que de sobra para ello. Exasperante es que, de nuevo, se le escaparan puntos ante equipos de vuelo bajo y, también, que no termine de coger velocidad un equipo que, francamente, tiene buena pinta si se mantiene este nivel y el balón empieza a entrar de una vez.

El ataque copa los titulares, porque es lo suyo ante tantísimo error. Y es lógico que así sea, pero este Real Zaragoza bastante más alegre que el del curso pasado, con más vocación ofensiva y con un cierto carácter alocado, con un orden dentro de su desorden, se ha alejado de ese equipo con el sello de JIM que en la temporada pasada consiguió cerrar a cal y canto su portería y amarrar puntos. 

Cierto es que aquel Real Zaragoza era aburrido. Muchísimo más que este. Pero también sólido, fiable y seguro en defensa. Y esas cualidades se han perdido este curso. Ha regresado ese conjunto blandito, castigado a la mínima y que es incapaz de mantener su portería a cero pese a que los rivales le lleguen más bien poco. Se le mete mano demasiado fácil.

Tan justo es señalar a los delanteros por su falta de puntería como tocar la campana sobre la defensa, un problema que se ha quedado en el ángulo muerto. No es invisible, está escondido y necesita solución. Salvando el encuentro inaugural frente al Ibiza, en cada partido el Zaragoza ha encajado gol. Y en cada choque ha comenzado por debajo en el electrónico, viéndose obligado a remontar. Se mete en la coctelera la puntería desviada y queda un cóctel perfecto para no sumar de tres en tres. 

Esta vez fue otro despiste morrocotudo. 80 segundos tardó el parche que alineó JIM para solventar la baja obligada de Fran Gámez en fastidiar el día. Francés no tapó bien su lado derecho y Lluís López se durmió ante Magunazelaia. De nuevo esa sensación de fragilidad.

Las desatenciones y despistes están lastrando a un Real Zaragoza que apunta buenas maneras

Aunque en el fútbol a veces encontrar una explicación se convierte en una misión osada y casi imposible, en las palabras de Juan Ignacio Martínez se pueden desgranar algunos razonamientos de lo que le pasa a la defensa.

Te puede interesar:

En más de una ocasión ha mencionado el entrenador que el curso pasado la prioridad era sumar como fuera por las urgencias por salir del descenso y, en ese escenario, y ante la exagerada falta de calidad arriba, decidió protegerse, juntar líneas y jugar al 1-0. Objetivo cumplido entonces. Ahora la meta es otra, conseguir «lo que todos queremos». Y el foco se ha desviado irremediablemente hacia la parcela ofensiva, con las desatenciones a balón parado también incluidas en el pack de la inconsistencia atrás. 

En muchos momentos da gusto ver al Real Zaragoza, sentir que el equipo quiere ir hacia arriba, que llega con peligro y que juega con alegría. Nada que ver con la temporada pasada. Pero el equipo aragonés no debe olvidar el camino de la fortaleza defensiva porque, si no, se aboca al sufrimiento constante. Seis goles en contra y solo una portería a cero es un bagaje pobre. No solo se debe encauzar el problema de la falta de gol a favor.