Miguel es de Zaragoza. De toda la vida. Sus padres son de Torralba, un pueblo monegrino de la provincia de Huesca. Tiene 18 años y desde los 5 es socio del Huesca, del que se declara acérrimo apasionado desde la casa del vecino. Porque Miguel vive la pasión por sus colores desde la capital aragonesa, con todo lo que eso conlleva. «Todos mis amigos son del Zaragoza y siempre hay algún pique sano, aunque también tengo que escucharme alguna salida de tono de gente que me ve con la camiseta del Huesca y no le parece bien, pero hago oídos sordos y sigo mi camino», expone.

Miguel admite que hace días que siente ese «hormigueo»en el estómago ante la cercanía de un partido en el que no existe, en su opinión, un favorito claro. «Otros años lo ha sido el Huesca por equipo, pero este no me mojo. Creo que tiene mejor once que el Zaragoza, pero el entrenador no acaba de convencerme», reconoce mientras reclama más protagonismo para Florián Miguel, la ubicación fija de Marc Mateu en el extremo y reivindica a Seoane como el jugador «con más talento» de la plantilla azulgrana.

Pero Miguel también siente algo especial por el Zaragoza. «Hasta lloré de emoción cuando marcó Cristian en Lugo la pasada temporada», admite. Al equipo blanquillo le desea «lo mejor» pero este lunes lo tiene claro. «Espero que gane el Huesca, pero firmo el empate», confiesa.

De boda

Pero no podrá acudir a La Romareda. «Se casa mi primo, que también es del Huesca, y que, como yo, estará fastidiado por perderse el partido, pero algo haremos para verlo. La boda es por la mañana, así que da tiempo», asegura Miguel, que lamenta el uso sectario de esa rivalidad creciente. «Hay gente para todo. Ir por Zaragoza con la camiseta del Huesca debería ser normal y también viceversa. No podemos llevarnos mal y creo que esto es algo que defendemos la mayoría», defiende, aunque su optimismo en este asunto es similar al que siente al valorar las opciones de ascenso de los dos equipos. «Con salvarnos los dos me doy con un canto en los dientes. No los veo capaces de estar arriba».

A Marcos nunca le había gustado especialmente el fútbol hasta que, a los 14 años, el exfutbolista Álex García, natural de Aguilón como él, le convenció para ir a presenciar un partido del Huesca. «Me gustó mucho y el ambiente me atrapó. Allí me hice aficionado». Desde entonces, la curiosidad ha ido dejando paso a la pasión por unos colores. «Algo muy gordo tiene que pasar para que me pierda un partido del Huesca. Cuando juega mi equipo se para el mundo», afirma.

Marcos ve el derbi «complicado» aunque con una mayor dosis de dramatismo para un Zaragoza «que no levanta cabeza» ante un Huesca «peor que otros años» y cuya temporada está siendo «muy floja» pero capaz de dar «un susto» en La Romareda. «Pero algo está fallando. Algunos fichajes no están respondiendo a las expectativas y Ambriz no me convence. No sé si lo veo capaz de llevar al Huesca arriba», dice antes de admitir que la plantilla «tiene un nivel más bajo que otros años». Pero no firma el empate. «Ningún fanático lo hace», asegura.

Vivir el Huesca desde Zaragoza «no es fácil» porque «si no eres del Zaragoza aquí la gente se vuelve loca», asegura. «Puedes ser del Madrid o del Barcelona, pero si eres del Huesca te llaman de todo. Los días de partido voy con mi camiseta del Huesca desde que me levanto hasta que me acuesto y he sufrido experiencias desagradables, con gritos e insultos, pero sigo adelante». Porque Marcos aboga por una rivalidad «sana» entre aficiones. «Hay zaragocistas que sostienen que el Huesca no merece respeto porque no es nada, pero ahora estamos atravesando nuestra época dorada y merecemos un respeto. También hay aficionados del Huesca que no respetan al Zaragoza cuando es un club histórico y un equipo mítico que lo merece», asevera.