En el lejano 1950, en un partido de la Tercera División inglesa entre el Swindon Town y el Bristol Rovers, un excomandante de la Real Fuerza Aérea Británica, Charles Reep, tuvo una idea. Eran otros tiempos para el fútbol, que vivía todavía en una fase muy embrionaria, descubriéndose a sí mismo, escribiendo su presente y conquistando, detalle a detalle, el futuro. Reep decidió empezar a tomar notas para conocer cuál era la manera más eficaz de jugar al fútbol para llegar a la victoria, el objetivo ayer, hoy y siempre. Tras estudiar varios encuentros, alcanzó varias conclusiones: los goles se producían mayoritariamente después de jugadas con pocos pases y un porcentaje importante tras una recuperación del balón en campo contrario. De ahí se extendió por las islas una idea que hizo fortuna, el juego directo y la búsqueda de las segundas jugadas y los rechaces.

Han pasado 71 años de aquello y al fútbol se juega de manera muy diferente, primando el control del balón, la posesión y el pase. Pero todavía hoy, algunas de aquellas cosas que Reep apuntó en su libreta tienen plena vigencia. En Málaga, donde el Real Zaragoza sumó el sexto empate consecutivo, el gol que le dio un punto que sabe a poco por la necesidad de sumar de tres en tres después de diez jornadas y solo una victoria, se generó después de un robo en tres cuartos de Bermejo tras una buena acción de presión, que permitió hilar una buena acción ofensiva, con pase al hueco de Zapater y disparo de Narváez, autor del tanto, su segundo de la temporada y el único delantero que marca del Real Zaragoza.

El fútbol del equipo de Juan Ignacio Martínez es mucho más sofisticado que el que proponía Reep, pero, una jornada más, continúa sin ser eficaz. Sirve para no perder, todavía no para ganar.