Siete empates seguidos, octavo en once partidos. Una sola victoria y apenas siete goles marcados. Ni un solo triunfo en casa, donde no gana desde hace cinco meses, sobre todo, porque es un desastre ofensivo. Únicamente dos veces ha marcado ante su gente. Una de rebote y la otra de penalti. 18 puntos se han puesto en juego en La Romareda y el Zaragoza tan solo ha conseguido quedarse con cinco. Así no se va a ningún sitio. O sí, al abismo, el único destino posible para un equipo tan incapaz de evolucionar como de ganar. 

A estas alturas, la acumulación de empates no es sino la manifestación de un problemón. El síntoma de que el Zaragoza se ha quedado varado en tierra de nadie. Está perdido, desnortado y frustrado. Y solo se atreve a dar la cara cuando se la parten, que es casi siempre. Su primera parte ante la Ponferradina fue indigna. Y no es la primera vez. Envuelto en miedo, inseguridad y temblores, el tanto de Cristian, apenas comenzada la segunda mitad, le obligó a luchar por vivir. Y lo hizo. Pero su inoperancia ofensiva solo le da para empatar. Como siempre. Justo castigo a esa fragilidad que le lleva a desperdiciar 45 minutos y a una estremecedora falta de autoridad que le obliga a ir siempre a remolque y nunca con ventaja. Descorazonador. 

Sorprendió JIM con un cambio de dibujo negado en la previa. La principal novedad, además de la entrada de Nieto por Chavarría, fue la presencia de Narváez arriba junto a Álvaro y la caída a la izquierda de Vada en un 4-4-2 que, supuestamente, pretendía incrementar el caudal ofensivo de un Zaragoza que necesita el gol como el comer. Pero la disposición táctica tuvo el efecto contrario. Ni un solo disparo, ni una ocasión y apenas un acercamiento al área. Nada.

La Ponferradina, con muchos cambios en un once sin Erik Morán, Ríos Reina, Ojeda o Yuri, mantuvo a raya a los aragoneses a base de trabajo, orden y disciplina. El Zaragoza hizo de la primera mitad una oda a la desesperación y del balón un problema. Sin movimiento, dinamismo ni desmarques y con Saúl pendiente siempre de Eguaras, el único recurso para esquivar la presión alta del oponente consistía en el envío largo desde atrás para tranquilidad de la defensa leonesa. La producción ofensiva se redujo a una internada de Nieto que no encontró rematador antes de un descanso que fue lo mejor del partido hasta entonces.

Porque lo que vino después fue un esperpento. Ojeda, primer cambio de Bolo, puso en evidencia a JIM, que cometió un error imperdonable para un entrenador de su experiencia. Con saque de esquina a favor, el técnico dispuso a Eguaras, sin velocidad y con tarjeta, como uno de los cierres para evitar una posible contra del rival y el navarro se vio obligado a dejar pasar al rápido Ojeda para no irse a la calle. El extremo encontró a Pujol, cuyo disparo al larguero fue a parar a la cabeza de Cristian para batir a su homónimo y hurgar en una herida que cada vez presenta peor pinta. 

Al Zaragoza no le quedó más remedio que espabilar. Un disparo ajustado de Francés y un centro-chut de Narváez que desvió Amir dejaban claro que a los locales solo les entra hambre y superan el miedo cuando no les queda otra. Gámez, el más activo en ataque, tuvo el empate con un empalme que se marchó alto por poco y con otro intento escorado que se topó con el meta visitante. 

JIM se resistía a recurrir a Azón a pesar de que el partido lo pedía a gritos. El canterano es el delantero más rápido, con mejor juego aéreo y mayor amenaza que tiene en la plantilla. Y su presencia parece obligada en un 4-4-2 como el que dispuso ayer el técnico, que incluyó al aragonés en un triple cambio junto a Nano Mesa y Petrovic. Tarde otra vez.

La Romareda obligaba a sudar sangre y a dejarlo todo en el intento. Esa gente que lleva veinte meses sin ver ganar a su equipo desde su asiento de La Romareda volvió a rescatar a un Zaragoza que por momentos pareció capaz de saldar esa deuda con los suyos. La enésima batalla ganada de Azón propició una carrera de Narváez que Amo cortó en falta en el área. Vada, hasta entonces errático, asumió la responsabilidad para empatar y crecer. El argentino, enorme, lideró una ofensiva incompleta porque Nano Mesa cabeceó al muñeco solo y sin oposición y el propio Vada disparó mal en el descuento. En La Rosaleda, tras el sexto empate seguido, el Zaragoza se prometió acabar con los paños calientes. Pero insiste en fracasar. De Málaga a Malagón. 

 R. Zaragoza: Cristian Alvarez; Fran Gámez, Francés, Jair, Nieto; Zapater (Iván Azón, m.66), Eguaras (Petrovic, m.66), Vada; Borja Sáinz (Nano Mesa, m.66), Alvaro Giménez (Adrián, m.82) y Narváez.

Ponferradina: Amir; Iván Rodríguez, Pascanu, Copete (Erik Morán, m.62), Pujol; Agus Medina (Dani Ojeda, m.46), Paul Antón (Amo, m.62), Cristian; Saúl Crespo (Zalazar, m.86), Sergi Enrich (Yuri, m.67) y Saverio.

Goles: 0-1. M.48. Cristian; 1-1. M.76. Vada (penalti).

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Arbitro: Gorostegui Fernández-Ortega (Comité Vasco). Amonestó con tarjeta amarilla a Eguaras, Jair, Francés y Petrovic por los locales y a Pascanu, Pujol y Amo por los visitantes.

Incidencias: partido correspondiente a la undécima jornada de Liga en Segunda división disputado en el estadio de La Romareda de Zaragoza ante 15.676 espectadores