Una victoria en 11 jornadas y una dinámica de solo once puntos ya son números suficientes para hablar de crisis, como mínimo de resultados, de un Zaragoza que no gana casi nunca, solo lo hizo en Alcorcón, y que empata casi siempre, con ocho empates, siete de ellos consecutivos en una trayectoria de tortuga que al equipo solo le vale para bailar en los puestos de descenso, con los que ahora está en la misma puntuación. En esa coyuntura, indiscutible en su verdad práctica, hay muchos matices de sensaciones y datos que ayudan a comprender la realidad, o a veces hasta la ocultan en una nebulosa, de un equipo que hace unas semanas hacía muchos más méritos que puntos y que ahora ha entrado en una peligrosa dinámica involucionista en su fútbol que dibuja un horizonte poco halagüeño salvo cambio radical con la llegada de las victorias.

Una de las muchas leyes no escritas en el fútbol asegura que los equipos que juegan bien y no ganan acaban jugando mal. Con el Zaragoza se está cumpliendo. Lentamente, pero lo hace. En Valladolid y ante el Cartagena no mereció perder, en Alcorcón remontó de forma brillante y ante el Fuenlabrada y el Sanse, en su cénit, firmó un torbellino de remates y llegadas sin gol. Sin embargo, de forma paulatina, el equipo ha ido perdiendo fútbol. En Lugo, ante el Oviedo, en la primera parte contra el Huesca, en Málaga, con otro gris primer acto, y ante la Ponferradina, con 70 minutos muy flojos. «Hemos hecho una primera parte de mierda», dijo Vada. Lo cierto es que hasta que el conjunto de El Bierzo no regaló la jugada del penalti tenía el control del partido y la ventaja en el marcador después de un gol en una contra tras un córner más que evitable.

Esos siete empates consecutivos señalan a un equipo que no gana, no lo hace desde la 4ª jornada, pero que tampoco pierde, ya que no cae desde la tercera, cuando lo hizo de forma injusta con el Cartagena. En estas once primeras citas, solo el Eibar suma más tiempo sin perder y el Amorebieta más sin ganar. Ambos desde la segunda jornada. El Zaragoza, además, es el equipo menos goleador, con 7 tantos, y el segundo menos goleado, con solo nueve dianas encajadas, una estadística que mejora el Fuenlabrada. Es decir, que hay algo de Jeckyll y Hyde en la trayectoria, aunque si hace unas semanas parecía claro que vivía más en su vertiente positiva, que se acercaba a las victorias más que a las derrotas en ese frágil canto de la moneda, ahora la impresión es que va a romper hacia un tropiezo que terminará de lastrar su mal inicio de temporada.

Casi siempre a remolque

Ante la Ponferradina, el equipo volvió a encajar primero, lo que ya ha pasado en ocho veces esta temporada, en las dos primeras, contra Valladolid y Cartagena, no lo levantó, y en las seis siguientes lo hizo para empatar en cinco, ante Fuenlabrada, Sanse, Lugo, Málaga y Ponferradina, y otra para ganar en Alcorcón, donde vivió los únicos seis minutos en ventaja que lleva, de los casi 1.000 de competición, para obtener su único botín triunfal por ahora. En esa dicotomía de doble personalidad, el Zaragoza está claro que se deja golpear primero, un terrible mal para un equipo con tan poco gol, pero también tiene la capacidad para levantarse, que nada para no ahogarse, aunque se quede a medio camino con el empate.

«Algo estamos haciendo mal», dijo JIM antes de jugar ante la Ponferradina. Ni el técnico ni la dirección deportiva se escudan solo en la mala suerte en sus discursos y es verdad que desde el banquillo ya se ha agitado varias veces la coctelera de cambios, de probar cosas. Hay, eso sí, futbolistas indiscutibles (Cristian, Jair, Chavarrría, Gámez, Francés, Eguaras, Narvaéz Zapater, ahora Vada...), otros que entran y salen (Bermejo, Álvaro, Nano Mesa, Azón...), algunos ya casi testimoniales (Petrovic o James), otros sin ese casi (Clemente o Ros) y varios que merecerían un protagonismo mayor, como Adrián, Yanis o Francho, aunque el canterano ha jugado bastantes minutos, pero sin el rol de fijo. JIM también modificó el dibujo, con un 4-4-2 en lugar del 4-1-4-1, y el estilo ante la Ponferradina, con menos control en el medio y un fútbol más directo, pero la apuesta, probablemente errada en algunos nombres, no funcionó.

Al final, al Zaragoza le está lastrando su pésimo nivel en casa, donde el curso pasado basó su salvación, sumando dos tercios de los puntos que puso en juego con el alicantino y lleva 5 puntos de 18 en un pírrico balance, siendo además el único que no ha ganado de toda la Segunda. A domicilio, el Zaragoza de JIM sí mantiene el pulso, o lo mejora levemente, pero en su feudo es un dolor. Sabe el alicantino, que no es un recién llegado, que los entrenadores viven al amparo de los resultados y que no hay nada más débil que un técnico que no gana. Y su Zaragoza no lo hace. En el club ya se vivieron destituciones a estas alturas en cursos pasados con números similares (Baraja, Idiakez o Milla), aunque se mantuvo a Natxo González y el equipo reaccionó. 

Situación distinta con JIM

No está, de todos modos, la cuerda de JIM tan débil, con el crédito que obtuvo el curso pasado, la absoluta confianza de Torrecilla, su gran aval, y una grada que mantiene su apoyo al equipo y que bajo ningún concepto ha señalado a su entrenador. Pero este es consciente de la necesidad de victorias, de que el Zaragoza se está atascando y de que no pueden tirar a la basura tanto tiempo como en Málaga o ante la Ponferradina. Por ahí no se va a ningún lado. Y, si se mantiene o aumenta, la involución pasará a ser una honda crisis. Ese es el paso a evitar. Y de forma inmediata. 

A uno del récord histórico de empates seguidos en Segunda

Siete empates seguidos. Casi nada. El Zaragoza suma tablas de forma consecutiva ante Fuenlabrada, Sanse, Lugo, Oviedo, Huesca, Málaga y Ponferradina, un registro que nunca había vivido en su historia, donde el récord y en Primera y con Víctor Fernández en el banquillo estaba en cinco en la 95-96, al que se añadía otro más en la Recopa. El dato no tiene precedentes en el conjunto zaragocista, pero es que su magnitud empieza a dejar pocas referencias en la historia del fútbol profesional en España. Mallorca, en la 73-74, Orihuela (90-91), Badajoz (97-98) y Leganés (03-04), todos en la categoría de plata, estuvieron ocho partidos seguidos empatando, un registro que el Zaragoza igualaría con unas nuevas tablas en Montilivi el lunes. Mientras, el Burgos y en la élite llegó hasta las nueve, aunque lo hizo entre el final de la temporada 77-78, con dos tablas, y el principio de la 78-79, con otras siete más. El conjunto zaragocista añade a esos siete empates consecutivos el logrado en la primera jornada ante el Ibiza, por lo que suma ocho encuentros de 11 con igualada en el marcador, aunque ahí estaba igualado hasta el jueves con el Oviedo, que se queda en siete tras caer con el Burgos.