Luis Milla fue despedido después de sumar trece puntos en once jornadas, Imanol Idiakez tras conseguir once en diez y Rubén Baraja logrando diez en el mismo número de partidos. Juan Ignacio Martínez lleva doce puntos en doce encuentros. Como demuestra la historia reciente, el bagaje del actual entrenador del Real Zaragoza es compatible con un escenario de destitución. Ha sucedido en varias ocasiones con varios de sus colegas con un balance de este calibre. Como también lo contrario. Por ejemplo, con Natxo González. Con una situación similar, el club apostó por la paciencia y la continuidad.

Los números, que al final de la temporada pondrán la nota en función de la cantidad total que el equipo haya acumulado y el puesto que ocupe en la clasificación, son en este caso un argumento inapelable pero frío, al que le falta el alma más templada del contexto. Al igual que ocurrió con Natxo, JIM ha resistido un inicio de campaña horroroso desde el punto de vista de las cifras. Lo ha hecho por una concatenación de razones. Por su extraordinario servicio de la pasada campaña, en la que lanzó al Zaragoza hacia la permanencia en una coyuntura terrible, complejísima y resuelta con un éxito absoluto. Esa herencia ha ampliado considerablemente el margen de confianza en su figura y es justo que así haya sido. Porque el club ha entendido que el equipo, a pesar de que la dinámica es mala desde el punto de vista estadístico, no emite las señales ruinosas y de decadencia sin remedio de otros episodios. El Zaragoza no gana, pero tampoco pierde. Ha estado más veces cerca de conseguir la victoria que de caer derrotado y, si no ha sumado de tres en tres en determinados partidos, ha sido sobre todo por un problema de definición de las oportunidades creadas, más que por falta de volumen de juego o de fiabilidad.

Porque se considera que el Zaragoza de JIM está vivo, no muerto. Y también, aunque en menor medida, dado que este es el argumento que más fácilmente cae por su propio peso en el profesionalismo más extremo, porque el entrenador alicantino es un hombre querido y apreciado en la Sociedad Anónima, no solo por Miguel Torrecilla, al que le unen lazos previos a su llegada a la ciudad, sino también por las personas que se ha encontrado aquí.

Después de ocho empates consecutivos y de haber vivido prácticamente toda la Liga en las posiciones bajas de la tabla, contra el Mirandés JIM tiene otra oportunidad para reescribir la trama de su destino, mejorando lo pasado y encauzando el futuro. Ahora que los días empiezan a ser más cortos, la lista de motivos a su favor tendrá que empezar a ser más larga para que el viaje continúe. El técnico tendrá que llenarla con nuevas victorias.