Primero fue Paco Herrera, en una etapa que ahora mismo parece antediluviana. Luego, ya con los actuales gestores en las sillas de mando de la Sociedad Anónima, la cabeza de Víctor Muñoz rodó por los suelos al más puro estilo numantino. Ranko Popovic acarició el ascenso pero al sueño le faltaron pocos minutos para ser realidad. Acabó en pesadilla. En la campaña siguiente tras aquella decepción de Las Palmas, el técnico serbio perdió el puesto. En su lugar, al paso por la Liga 2015-2016, llegó Lluís Carreras, que se marchó por la puerta de atrás tras el bochorno contra la Llagostera, uno de esos episodios inverosímiles de esta etapa de la historia del Real Zaragoza.

Su reemplazo, Luis Milla, duró nada. Y menos que nada, Raúl Agné. Por la Ciudad Deportiva andaba César Láinez y el exportero culminó la salvación de la temporada 16-17 con un notable trabajo. Luego cayó en desgracia por varios frentes. Con Natxo González, el zaragocismo recobró niveles de ilusión olvidados hasta que el Numancia sepultó una de las esperanzas mejor fundadas y construidas de este periodo en Segunda repleto de desengaños. Su salida fue absolutamente surrealista, con un giro de guion impensable.

De las luces se volvió a las sombras. Ni Imanol Idiakez ni Lucas Alcaraz cuajaron. Otro hijo pródigo, quizá el que más, regresó a casa para protagonizar otra permanencia de mérito. Al año deportivo siguiente, el 19-20, Víctor Fernández continuó en el puesto y encaminó al equipo hacia la Primera División hasta que la pandemia interrumpió bruscamente una trayectoria con las mejores expectativas. A la vuelta, con los estadios sin público y un fútbol desnaturalizado, Víctor se enrocó y confundió extrañamente la dirección para un hombre de su inteligencia. Todo acabó de la peor manera, con el affaire Luis Suárez, las amenazas de demanda nunca concretadas y todos aquellos fuegos de artificio.

Rubén Baraja fue otra apuesta equivocada. Iván Martínez no resolvió nada. Hasta que apareció Juan Ignacio Martínez y salvó la situación más comprometida de cuantas ha vivido este club en esta travesía por Segunda, que ya es decir. Con el librillo de los entrenadores más tradicionales, JIM fue con toda justicia el héroe de la temporada 2020-2021. Tras un verano pasado esperpéntico a nivel societario, el técnico continuó en el banquillo.

Ha empezado muy mal la Liga, con 13 puntos de 39, tiene al equipo en la zona de descenso y está cometiendo errores importantes, impropios de un hombre veterano. Ha batido un récord no muy estimable, el de empates consecutivos: nueve. Catorce entrenadores después, la coyuntura se repite de nuevo. La situación de JIM es incómoda por razones clasificatorias. O reacciona con triunfos o bordea ya la misma frontera que sus predecesores: no valer tampoco para entrenar al Real Zaragoza. El cuento de nunca acabar.