La actualidad del Real Zaragoza
Jugando con fuego
El Zaragoza, muy distinto al del principio, ni gana ni mejora pese a que JIM lo toca casi todo

Chavarría, en el suelo durante el partido del pasado domingo ante el Mirandés. / ÁNGEL DE CASTRO

La zona de descenso se ha convertido en un hábitat convencional para un Zaragoza que, lejos de evolucionar, sigue dando pasos hacia atrás. De nada ha servido aparcar al fin ese remolque con el que el equipo aragonés afrontaba cada partido como consecuencia de encajar siempre primero. Dos jornadas consecutivas llevan los de JIM adelantándose en el marcador, pero nada ha cambiado. El empate sigue siendo lo único a lo que puede aspirar un equipo que llega justo a los últimos minutos, cuando ha perdido cuatro puntos en los dos últimos choques.
Porque Girona, a apenas cuatro minutos de la conclusión, y Mirandés, en el 95, explotaron el miedo, la inseguridad y la ansiedad por ganar de un Zaragoza cuya fragilidad anímica ha quedado en evidencia. Tampoco el físico ha dado para más, aunque falta por averiguar si la involución que el equipo parece acusar en ese apartado está derivada de ese desgaste mental provocado por la falta de victorias, una sequía que se viene prolongando desde hace casi dos meses.
El Zaragoza, pues, sigue en caída libre. Cada vez está más lejos de todo menos de la zona de descenso, en la que permanece anclado desde hace cinco jornadas. La pomada de Torrecilla, por la que se entiende la zona de playoff, ya está a nueve puntos, un mundo para un equipo que acumula más de un año sin ir más allá del puesto 14 de la clasificación salvo en una jornada esporádica de la pasada campaña y otra al final, una vez que JIM ya había conseguido el milagro de salvar a un equipo inerte.
Pero el técnico, como su equipo, tampoco mejora. Más bien al contrario. Lejos queda ya la lógica con la que el alicantino vistió cada una de sus decisiones cuando se hizo cargo del equipo. Entonces, el Zaragoza necesitaba un motivador, un técnico capaz de convencer al futbolista de poseer la calidad necesaria para sacar adelante un reto mayúsculo sin morir en el intento. Brilló JIM y consiguió el objetivo, eso sí, con una necesaria dosis de fortuna en algunos partidos reconocida por él mismo, pero, sobre todo, con un encomiable trabajo psicológico y un derroche de ilusión y ganas de vivir que transmitió a un equipo entregado y fracasado.
Pero aquel JIM no es el actual. La acumulación de decepciones y la ausencia de victorias ha hecho mella en un entrenador cuyas decisiones son cada vez más extrañas y cuestionables. Al alicantino le pesa como una losa que su equipo no haya sido capaz de ganar todavía en casa y esa incapacidad para saldar la gran deuda con la afición está afectando sobremanera a su dirección desde el banquillo. Sus cambios en el último partido ante el Mirandés son un claro ejemplo de confusión y cierto grado de desorientación con el que JIM parece estar afrontando esta dura etapa en la que su puesto comienza a correr peligro a pesar de la sensación unánime de que él no es, ni de lejos, el principal responsable de la actual situación.
El Zaragoza de JIM y el JIM del Zaragoza no funcionan. Aunque el técnico insiste en cambiar cosas en busca del movimiento que dé con la tecla, esa incesante búsqueda parece haberse convertido en una huida hacia adelante y una evidente demostración de impotencia. Dos jugadores parecían fijos en la medular, Eguaras y Zapater, pero ambos llevan dos partidos en el banquillo. Azón solo ha sido titular en uno de los cinco últimos partidos y jugadores que parecían perdidos para la causa, como James, han vuelto a aparecer por las alineaciones mientras que otros (Clemente) no tienen ni una sola oportunidad de entrar en un equipo incapaz de ganar y que, incluso, ya no acumula merecimientos para hacerlo. De hecho, apenas queda nada ya de aquellas buenas sensaciones que transmitía al inicio de la temporada.
En todo caso, el continuo baile de nombres (hasta ocho cambios introdujo JIM en Girona) no viene acompañado de una variación en un dibujo que permanece inalterable. El 4-1-4-1 de JIM (4-3-3 en ataque) se mantiene como esquema de cabecera con una esporádica aparición del 4-4-2 ante la Ponferradina. Pero ni rastro de una prueba con tres centrales, dos carrileros y un par de puntas a pesar de que el equipo transmite la sensación de que podría adaptarse bien a ese sistema.
El Zaragoza cada vez llega menos (solo un par de disparos a puerta el pasado domingo ante el Mirandés, uno de ellos el gol tras un rebote) y le llegan más. Con remolque o sin él, el juego es menos fluido y el envío en largo ha dejado de ser un recurso para convertirse en una constante. Como ubicar al mediocentro (Petrovic ahora y Eguaras antes) entre los centrales para sacar el balón con más espacio. Pero al Zaragoza le sigue penalizando en exceso la falta de velocidad y la ausencia de jugadores que ataquen al espacio más allá de un voluntarioso Nano Mesa. Todo son peticiones al pie y apenas hay desmarques de ruptura en un equipo poco dinámico y fluido en el que la profundidad queda en exclusiva para los laterales. Porque se juega más con interiores que con extremos, a los que, generalmente, se utilizan a pie cambiado a pesar de que el perfil de los delanteros responde más al de un rematador (Álvaro) de centros desde los costados que a futbolistas capaces de destacar en la combinación por dentro o de fabricarse su propia jugada de gol.
El caos institucional
Así que el Zaragoza sigue empeñado en jugar con fuego con el evidente riesgo para su vida. La caótica situación en un club desnortado y vacío desde hace demasiado tiempo se complementa con un equipo al que no le llega para otra cosa que para acumular empates sin sustancia y fracasos en La Romareda, que ya avisó el domingo de que su paciencia tiene un límite. Los encuentros ante Burgos y Sporting podrían dictar sentencia.
La pasada temporada, el Zaragoza encontró en JIM ese motivador que necesitaba para sobrevivir a una muerte segura, pero esta vez precisa un entrenador capaz de sacar más provecho de lo que tiene, que, a tenor de las palabras del propio técnico en verano, no es tan poco como para haber ganado un solo partido de 13 y acumular cinco jornadas consecutivas en puestos de descenso. La dudosa confección de la plantilla y el caos institucional restan sobremanera y añaden complejidad a una misión cada vez más compleja, pero es JIM el que está en primera línea de fuego. El más expuesto al peligro.
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