La opinión de Sergio Pérez

El golazo de Álvaro y la piedra de Paul Shirley

Álvaro Giménez celebra su gol en Burgos con Borja Sainz y Lluís López detrás.

Álvaro Giménez celebra su gol en Burgos con Borja Sainz y Lluís López detrás. / LALIGA

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Zaragoza

Paul Shirley fue un pívot de raza blanca y 2,08 metros que pasó varios años por la Liga ACB. Jugó en el Joventut, el Menorca o el Unicaja. Más que por su rendimiento deportivo, dejó una huella distintiva por sus artículos y blogs, una mirada singular y absolutamente personal, llena de acidez, sarcasmo, ironía y un humor extraño y peculiar. Como todo jugador de básquet, más todavía estadounidense, Shirley tenía un sueño y a él dedicó todo su empeño tras dejar la universidad, renunciando a algunos buenos contratos en Europa y retando al destino: jugar en la NBA.

La primera noche que lo consiguió, con los Atlanta Hawks, relataba así cómo fue su primer intento de hacer canasta. “Estaba en la distancia perfecta para lanzar el gancho perfecto. Y entonces pensé: ‘Lanzo y ni siquiera me giraré para ver mi primera canasta en la NBA’. Mis pies se despegaron del suelo y… tiré una perfecta piedra. Ni siquiera tocó el aro. Supongo que no podemos tener todo lo que deseamos”.

Su primera experiencia en la mejor Liga del mundo no fue buena. Luego tuvo más oportunidades en otras franquicias e hizo sus puntitos, pocos pero los hizo. Tan frustrante como aquel día para Shirley habían sido los dos primeros meses de competición para Álvaro Giménez en el Real Zaragoza. Fichado como delantero estrella, referencial, el ariete transitaba de la titularidad al banquillo, del banquillo a la titularidad, sin encontrar su sitio ni el gol, a pesar de haber protagonizado alguna actuación notable, como la segunda parte ante el Huesca o de disponer de ocasiones, no muchas pero algunas, en otros campos, en Fuenlabrada o Alcorcón por ejemplo. Álvaro es un jugador que viene de temporadas malas, sin continuidad ni goles, pero con cuerpo, condiciones, remate de cabeza y dos piernas hábiles para el disparo. En Burgos, con la izquierda se la acomodó y con la diestra la envió a la escuadra. No fue una piedra, no. Ya tiene lo que deseaba.

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