Usted, que está empezando a leer este artículo, lo habrá comprobado cientos de veces en su propia vida y en su propio mundo, independientemente de cualquiera que sea su ocupación, de la dimensión que tenga, de su exposición y de su relevancia social. Igual que la desconfianza y el temor son un freno en seco para el ser humano, la felicidad, la calma interior, la seguridad en uno mismo y un estado de ánimo adecuado tienen la fuerza de un potente motor de muchos caballos que multiplica el rendimiento personal.

Durante varias jornadas, el Real Zaragoza atravesó por un largo periodo en el que a pesar de hacer las cosas a un nivel suficiente como para ganar, no ganaba. Aquella acumulación de empates, de frustraciones al fin y al cabo, culminó en los conocidos problemas clasificatorios, pero sobre todo en un aumento significativo de las dudas y el desasosiego que tuvieron un reflejo constatable en la calidad del fútbol del equipo, progresivamente peor jornada a jornada conforme las victorias no llegaban y los miedos crecían de manera proporcional. Nada tuvo que ver el Zaragoza que empató en Fuenlabrada o la Real Sociedad B con el que, tiempo después, igualó también ante la Ponferradina, en Montilivi o frente al Mirandés. El deterioro del juego por el estancamiento del equipo y la pesada carga de tanto desengaño saltaba a la vista. Era muy notorio.

El triunfo de Burgos, donde el Zaragoza jugó todavía preocupado y con un nivel futbolístico bajo, simplemente prolongación de los tres anteriores partidos, lo cambió todo. El estado de ánimo de la plantilla mejoró de manera drástica por la extraordinaria confianza que generó la victoria y esos tres puntos fueron finalmente la palanca que activó el cambio tan espectacular que ha experimentado el equipo. Ese auxilio moral que produjo el 0-1 de El Plantío ha sido decisivo. Como cualquier grupo, el Zaragoza también lo forman seres humanos, privilegiados económicamente pero con certezas y miedos comunes.

Todo hizo clic ese día. Cambió el ánimo, cambió el destino. La resurrección posterior ha sido tan instantánea y brillante porque detrás de esa capa tan gruesa de dudas había una materia consistente: muchos momentos previos de buen juego, ocasiones, falladas en su mayoría pero ocasiones, volumen, seguridad defensiva, un equipo muy difícil de ganar, una idea y un plan de juego marcadamente ofensivo trazado por JIM, al que le faltaban algunos buenos resultados. Eso es lo que está saliendo ahora a la superficie con tanta energía. Las consistentes razones futbolísticas que el miedo había escondido.