Cuando Miguel Torrecilla y Juan Ignacio Martínez emprendieron el diseño, el pasado verano, del nuevo Zaragoza, el nombre de Borja Garcés se subrayó en rojo. El punta, de 22 años, era el gran objetivo para una delantera que debía rehacerse por completo tras la salida de Alegría y Toro Fernández, que regresaban a sus clubs de origen tras la cesión, y de Vuckic, con el que no se contaba. Y Borja encabezaba esa lista de futuribles en la que el resto de pretendientes estaban un par de líneas por debajo. Solo Cristo, el otro gran objetivo y que tampoco acabaría llegando a La Romareda (se marchó al Valladolid) se mantenía a su altura.

Pero Borja, al que le gustaba el destino, obligó al Zaragoza a esperar hasta agotar las opciones de recalar en un equipo de Primera División o, en su caso, en Portugal. El Atlético de Madrid, el club propietario de sus derechos, tenía claro que el jugador debía salir para adquirir los minutos necesarios para su desarrollo. Eso sí, la entidad colchonera, consciente del valor de su joya, se apresuró antes a renovar un contrato al que solo le restaba un año de vigencia.

Todo estaba encauzado. Las conversaciones entre el entorno del ariete y representantes del Real Zaragoza, seducido por los seis goles en 20 partidos marcados por el delantero en el Fuenlabrada, iban por el buen camino. Borja Garcés, el elegido, parecía cerca de La Romareda.

Pero la espera del Zaragoza no pudo demorarse más allá de finales de julio. La necesidad de diseñar el plantel y las dificultades derivadas de un proceso de venta del club envuelto en incertidumbre, obligaron a Torrecilla a mirar hacia otro lado y renunciar a su gran objetivo. Álvaro Giménez pasó al primer lugar de la lista. Borja, con media Segunda División detrás, también tuvo que renunciar a su sueño de recalar en Primera y aceptó la propuesta del Leganés, en teoría, uno de los serios candidatos al ascenso.

Pero la temporada empezó torcida para Borja, que no estaba entre los favoritos de Asier Garitano. De hecho, el melillense tardó nueve jornadas en formar parte del once titular del cuadro pepinero. Pero lo peor estaba por venir. Con el Leganés en puestos de descenso a Primera RFEF y Borja relegado e, incluso, en la grada, el técnico, a finales de octubre, anunció a bombo y platillo que Borja Garcés no volvería a vestir la camiseta del conjunto madrileño mientras él fuera el entrenador. Garitano justificaba su medida en la decisión unilateral del futbolista de marcharse a Melilla para asistir a la boda de su hermano antes de un encuentro para el que, supuestamente, no iba a ser convocado. El jugador pediría perdón posteriormente.

Apenas unos días después, la nefasta trayectoria del Leganés provocaba el despido de Garitano y la llegada de Mehdi Nafti, que incluyó entre sus primeras medidas el rescate de la joven promesa. «Si el chaval se ha equivocado, no se ha equivocado conmigo», advirtió el técnico, al que Butarque pitó en su primera aparición tras su acto de indisciplina. Pero todo cambió tras su gol al Huesca (el único que ha conseguido hasta ahora). Ante el Oviedo fue titular y ovacionado por los suyos.