Hay una palabra que César Palacios (Pamplona, 19-10-1974) repite sin cesar cuando se le pregunta por lo que busca en un futbolista para decidir su fichaje. Hambre. Esa es la cualidad principal que el nuevo director deportivo del Eibar rastrea entre sus objetivos. Era su premisa en el Numancia, cargo que desempeñó durante diez años, entre 2010 y 2020, en los que el equipo soriano se codeó en la categoría de plata con presupuestos más humildes que muchos rivales y estuvo cerca de subir en 2018, cuando apeó al Zaragoza, para quedarse en las puertas ante el Valladolid, y es la que mantiene en el conjunto vasco. Allí tomó las riendas en junio tras más de 14 años donde la entidad azulgrana se hizo grande bajo la batuta de Fran Garagarza, secretario técnico primero y director deportivo después de un Eibar que bajó el curso pasado para sufrir una revolución en su exitosa parcela deportiva. Ahora, el equipo, tras la victoria ayer de la Ponferradina, es tercero, pero recuperará el ascenso directo si este lunes suma en La Romareda.

Y esa revolución la comanda Palacios, aguerrido centrocampista que estuvo 17 años en Osasuna, 11 de ellos en el primer equipo, y seis en el Numancia, con el que consiguió un ascenso. En los dos fue capitán un buen puñado de temporadas, lo que habla de su personalidad y carácter. “Para mí era una responsabilidad enorme estar a la altura de la gente que había trabajado en el Eibar, que han logrado que el club tengan el estatus que tiene. Tras pasar por Osasuna y Numancia, si había un equipo que por filosofía y espíritu se podía parecer era este. Pero era un reto grande, enorme”, asegura. El club armero, eso sí, ya no es lo que era, ahora es una entidad que, en los siete años que estuvo en Primera, facturó 300 millones y obtuvo 61 en ganancias, y que está más que saneada, una locomotora a todos los niveles.

20 de 30 millones

Palacios, acompañado de Arkaitz Lacanbra en la secretaría técnica y Eneko Romo para el filial y la captación, recurrió a Gaizka Garitano, un técnico que conoce bien el fútbol vasco y el Eibar, del que ya había sido jugador y entrenador. “Era una figura clave, queríamos que pudiera transmitir el conocimiento y los valores a los que llegaran y a los que ya estaban”, argumenta. Una primera piedra a la que siguió un verano de aúpa, con 14 fichajes y 32 movimientos en total. Con las posibilidades que dan los 30 millones de límite salarial, el máximo de la categoría, y pagar varios traspasos (Sielva, Stoichkov o Corpas), Palacios diseñó una plantilla que a principios de agosto ya estaba culminada. “Nuestra seña de identidad es el equipo, ser cercanos y crear un grupo, una familia. Por eso era vital que llegaran pronto”, explica sobre su rapidez.

Es más fácil ser rápido cuando hay tanto margen para gastar y para buscar jugadores que ya sabes que han rendido a gran nivel en Segunda, como Stoichkov (Mallorca), Corpas, Rahmani y Aketxe (Almería), Glauder (Fuenlabrada), Sielva (Ponferradina), Ander Cantero y Venancio, que estaban en el Lugo, Blanco Leschuk, que repite cesión tras un buen año en el Oviedo, Etxeita (Getafe), Fran Sol, que jugó en el Tenerife, Javi Muñoz, tras rescindir del Alavés, además de Franchu (Castilla) o Toño (Levante) y el regreso tras sus cesiones de hasta cuatro futbolistas (Asier Benito, Olabe, el exzaragocista Tejero y Marí). En el Eibar se quedaron jugadores como Yoel, Esteban Burgos, Sergio Álvarez, Arbilla o, sobre todo, Edu Expósito, una continuidad prioritaria, pero el cambio fue enorme en este verano. Y a él se le añadió la llegada desde el paro de Llorente a finales de octubre tras la grave lesión de Franchu, un perfil muy diferente en los refuerzos, pero de un nivel indiscutible si se aproxima a ser el que fue.

"Lo más importante es el bloque, la fuerza del grupo y del club en todas las áreas, sin eso no hay nada que hacer tengas el dinero que tengas”

Palacios pasó de las apreturas del Numancia al potencial eibarrés, “aunque una cosa es que tengas ese límite y otra que lo utilices. Es verdad que con más dinero accedes a jugadores que otros no pueden, pero esta categoría muchas veces ha dejado claro que el dinero no significa el ascenso”, recalca el director deportivo navarro, que dejó 10 millones de los 30 de límite sin gastar, cuando el del Zaragoza es de 5,7, si bien en sus presupuestos se eleva 1,5 millones más. “Buscamos jugadores con hambre, con potencial de haber llamado la atención en Segunda, con el espíritu del que le falta llegar a la máxima categoría y quiere hacerlo y sobre todo tratar de lograr equilibrio para armar un equipo competitivo. Lo más importante es el bloque, la fuerza del grupo y del club en todas las áreas, sin eso no hay nada que hacer tengas el dinero que tengas”, asegura. .

“Lo que no me perdonaría es que no compitiéramos hasta el final y pusiéramos todo de nuestra parte. No hablo ahora de éxito y fracaso y no le meto más presión al grupo”

“Cuando bajas de Primera tras siete años el componente mental es muy importante y el cambio de ciclo en la entidad añadía más riesgo”, avisa. El Eibar lo notó en las dos primeras jornadas, con dos derrotas, pero después ha puesto velocidad de crucero, con 35 puntos en las 16 siguientes. ¿Sería un fracaso no subir con ese potencial?. “Lo que no me perdonaría es que no compitiéramos hasta el final y pusiéramos todo de nuestra parte. No hablo ahora de éxito y fracaso y no le meto más presión al grupo”, advierte, convencido desde su conocimiento de la Segunda que esta categoría convierte a muchos equipos en candidatos a subir por la igualdad que hay, también al Real Zaragoza, que es “aspirante a todo siempre”.

“Jugar en La Romareda siempre es especial, da gusto y es un histórico, por lo que representa. En Segunda todos son candidatos, de verdad, para todo”, asevera, recordando que en el descenso en la 19-20, antes de su salida, su Numancia era quinto en Navidad y bajó tras la pandemia. Ahora, su realidad es otra y el objetivo, sin decirlo, está claro y tiene unas bases. “Mentalidad fuerte, trabajar con humildad y competitividad”, insiste. Y hambre, claro, mucha hambre.