Fue un clamor unánime, sincero, sin ambages y que expresó el hartazgo de un zaragocismo que ya no puede más, que pide a gritos un cambio de rumbo en este Real Zaragoza que agoniza, que vive en la etapa más negra de su historia, con su novena temporada consecutiva en la categoría de plata y con una propiedad que arribó en 2014 en el solar que había dejado Agapito Iglesias, con un club derrumbado y arruinado, con un enfermo herido de muerte que no se ha recuperado y que ahora sigue agonizando, habitante fijo de la categoría de plata y sin un proyecto que cambie de verdad el rumbo. Contra ese momento protestó el zaragocismo, con cerca de 2.000 aficionados en la plaza Eduardo Ibarra en la concentración previa, con la entrada con retraso al campo 10 minutos y con dos pañoladas absolutamente unánimes y atronadoras, sobre todo la primera, en los minutos 32.

Si la actual propiedad tenía dudas, si pensaba que regateando con una continuidad en la sombra podía despistar al zaragocismo, lo cierto es que este le dejó claro que quiere un cambio radical en el proyecto y en sus gestores. Empezar de cero con otros en el timón, que por fin se culmine el proceso de venta que la propia SAD en un comunicado el viernes aseguró que podía cerrarse en los próximos días, en una misiva muy poco concreta y que pareció más una manera de ganar un poco de tiempo y evitar una protesta masiva. Lo segundo, está claro, no se pudo cambiar. La protesta fue clarificadora y sin medias tintas. Para el que quiera oírla.

La simple lógica y el terrible momento económico de una SAD con muchos frentes y una deuda aún de 68 millones invitan a pensar que se culminará ese proceso de venta, que al final llegará. Pero de momento y tras un año de idas y venidas, de ofertas, de Spain Footbal Capital, de José María Gallego, ahora de un fondo americano traído por Yarza y Forcén... el club sigue en las mismas manos e igual de perdido, inquilino de la zona baja de la tabla de Segunda y ahogado por las deudas.

«Zaragoza sí, directiva no», fue el más escuchado o el clásico «diles que se vayan de una puta vez» pasando por el «Zaragoza somos nosotros».

Contra todo eso clamó el zaragocismo, que se aprestó en la plaza Eduardo Ibarra con una pancarta, Zaragoza merece más, el lema de la protesta, que contaba con el apoyo de la Federación de Peñas, un colectivo de hasta 160, y diferentes agrupaciones. A las tres de la tarde había algo más de medio millar de aficionados en la plaza, pero el número fue en aumento, con cánticos contra la propiedad, contra la familia Alierta o contra los Yarza y Forcén, o con continuos recuerdos a Luis Carlos Cuartero, director general, y no pocos a Miguel Torrecilla, director deportivo.

«Zaragoza sí, directiva no», fue el más escuchado o el clásico «diles que se vayan de una puta vez» pasando por el «Zaragoza somos nosotros». Las interpelaciones a Cuartero no cesaban y también el aumento de aficionados en esa plaza, donde los seguidores en la concentración pedían a los que llegaban al estadio que se unieran. Cuando faltaban quince minutos para el partido había casi 2.000 personas, muchas de ellas jóvenes, aunque de todas las edades, en una concentración pacífica en todo momento mientras el homenaje a Canario, uno de los más grandes de la historia de este equipo y que saludó desde el antepalco, se quedaba casi vacío de aplausos. Nunca una iniciativa, que empezó con Villanova y Luis Costa, estuvo peor ejecutada.

No acudió al palco el presidente Lapetra, ni Yarza ni Forcén, ausentes habituales, lo mismo. Solo estuvieron Sainz de Varanda y Uguet del consejo, ambos representantes de la familia Alierta, y que al menos estuvieron para escuchar las críticas

El partido arrancó con algo más de 10.000 espectadores en las gradas, con la zona de Gol de Pie, la grada de animación, vacía, y sin Christian Lapetra, todavía presidente, en su sitio en el palco, sin que en la SAD se diera explicación alguna del motivo de su ausencia. Su lugar lo ocupó Fernando Sainz de Varanda, consejero delegado y vicepresidente. Solo hubo dos miembros del consejo de administración en el palco. El otro fue Juan Uguet, y los dos de la parte de Alierta, que cierra su representación en ese órgano con Luis Blasco, algo que por lo menos deja claro que en la parte del accionista mayoritario se escuchan las críticas y no se esconden para evitarlas. Ni Fernando de Yarza, ni Juan Forcén, ni el propio Blasco, al que tan apenas se le ha visto desde su nombramiento por parte de Alierta, estuvieron. Lo cierto es que no han ido en los últimos tiempos. Tampoco se ve por el palco a Cuartero desde hace meses, muchos meses. Sí estuvieron y están siempre ejecutivos como Mariano Aured, Miguel Torrecilla, Carlos Arranz o Miguel Gay. 

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FOTOGALERÍA | Así se han vivido las protestas en La Romareda Ángel de Castro

Entrada 10 minutos tarde

Los que estaban en ese palco ocupado más o menos la mitad del mismo se tuvieron que escuchar la entrada al campo a los 10 minutos de unos 3.000 aficionados para dejar la presencia de zaragocistas en La Romareda en torno a 14.800 y en esos momentos ya se oyó de nuevo, con claridad, el «directiva dimisión» o el «directiva no, Zaragoza sí», pero solo fue el preludio de lo mucho que estaba por llegar.

Hace años, en 2012, el zaragocismo, un 14 de enero, llenó la plaza Eduardo Ibarra con 15.000 aficionados clamando contra Agapito Iglesias y las famosas 'agapitadas' fueron atronadoras durante muchos partidos en el minuto 32. Hasta hubo alguna 'agapirada' con abandono del estadio en el último cuarto de hora. Esta vez, el clamor de una Romareda ni medio llena, ya que su aforo es de 33.600 espectadores, fue en forma de pañolada. La Federación de Peñas repartió 8.000 pañuelos negros. Todos se levantaron y el que no tenía usó los guantes, la bufanda o lo que tuvo a mano. Con una clara mirada al palco, con una cuenta atrás anterior a ese minuto de protesta y con una reivindicación mayoritaria, el zaragocismo dijo basta, con ese clamor de «directiva dimisión» para remarcar la necesidad del cambio. Ese minuto de la primera parte marca un antes y un después en el cambio en el club, ya que en el segundo acto y en ese mismo instante la protesta bajó un ápice aunque también fue más que general.

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Un mensaje claro

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En el resto del partido, la afición trató de dar aliento a los suyos y protestó algunas decisiones arbitrales de González Esteban, poco acertado en el reparto de faltas, pero sobre todo estuvo con su equipo, con este Zaragoza tan justo de gol, que últimamente no le hace una diana ni al arcoíris y que compite casi siempre, aunque eso no sea suficiente. En eso está ahora este Zaragoza derruido y en los bajos fondos de la Segunda, un equipo pequeño, ahogado en sus miserias económicas y sin un proyecto de futuro. Contra eso se levantó el zaragocismo, como hizo contra Agapito. Los actuales gestores ya saben que el clamor es unánime y que la afición no aguanta más.

El encuentro comenzó a disputarse con parte de las gradas vacías. Ángel de Castro