No hay entrenador que resista no ganar. Y JIM, en esta temporada, gana muy pocas veces, solo 5 partidos de 27, un número desastroso que solo tiene el precedente peor de la 11-12 y en Primera desde que la competición cambió al actual formato de tres puntos por victoria. La dinámica ha situado al Real Zaragoza en la decimoctava plaza, a cinco puntos del descenso y pendiente de lo que hagan este domingo el Amorebieta, en el Anxo Carro de Lugo, y el Fuenlabrada, en Ipurua ante el Eibar, para ver si la soga se aprieta más.

El técnico alicantino tiene ya el crédito agotado y el choque ante Las Palmas puede marcar su frontera, apunta a hacerlo, se diría, en un partido donde se prepara una nueva protesta de la afición y con un clima de división claro en la SAD. De hecho, ese desgobierno en el consejo y el aval de Miguel Torrecilla, director deportivo, son los argumentos que más sostienen a JIM, cuya destitución, en los números, tiene poca discusión tras sumar solo 4 puntos de 24 y llevar más de dos meses sin ganar.

JIM no solo cuenta con el apoyo de Torrecilla en el club, ya que en una amplia mayoría de la SAD se juzgan como positivos su talante y su trabajo, pero la falta de victorias y la pésima racha le sitúan al borde del despido

El entrenador, artífice del milagro el curso pasado cuando tomó un equipo en descenso y roto para llevarlo a la permanencia, vive su momento más delicado, mucho peor que en aquella racha de nueve partidos con tablas que le hizo tambalearse, aunque entonces quedaba mucha temporada por delante y su predicamento entre la afición era mucho mayor que ahora. Eso sí, JIM no solo cuenta con el apoyo de Torrecilla en el club, ya que en una amplia mayoría de la SAD se juzgan como positivos su talante y su trabajo, además de recordar lo vivido el curso pasado, pero el fútbol vive del presente y la sensación es que el choque ante Las Palmas puede marcar un antes y un después, que es su partido frontera.

JIM saluda a Nafti antes del partido en Butarque. CARLOS GIL-ROIG

Un encuentro que comenzará a jugar ya este domingo, puesto que si el Zaragoza mantiene el colchón con el descenso de 5 puntos, con una derrota del Amorebieta y sin que el Fuenlabrada gane, la situación crítica no aumentará de cara al sábado. Ese día, donde se repetirá la pañolada y habrá nuevos gestos contra la propiedad del club, en el ambiente que el mismo JIM calificó de hostil, lo que tampoco sentó bien a una amplia mayoría de aficionados, el foco también estará puesto en un técnico que, como siempre sucede, supone el eslabón más débil, la parte de la cuerda que primero se rompe.

«Tenemos una grandísima relación, pero no somos un matrimonio», dijo Torrecilla hace dos semanas. Con todo y acabando contrato ambos en junio, no se puede descartar una salida conjunta

«Tenemos una grandísima relación, pero no somos un matrimonio», dijo Torrecilla el 3 de febrero. Si la salida de JIM depende del director deportivo, la cuerda se tensará sin romperse al máximo, todo lo que pueda, aunque sin olvidar que ambos acaban contrato en junio y tienen nulas opciones de seguir si hay, como se prevé, un cambio de propiedad. No sería extraño pues que los dos pudieran irse de la mano o en poco margen de tiempo. Y el club ha vivido experiencias recientes, con Martín González y Popovic, Juliá y Agné o Lalo e Iván Martínez.

Ninguno de esos dúos mantenía la relación de confianza y proximidad de JIM y Torrecilla, que diseñaron la plantilla en verano, equivocándose en el gol, aunque es cierto que con poco dinero y muchas dudas en la SAD como contexto de trabajo, y que fueron los autores y pensadores de la revolución de enero, con hasta seis salidas, varias de peso en el vestuario como las de Eguaras, Adrián o Ros, lo que ha supuesto una notoria perdida de liderazgo en el grupo que se puede pagar cara, y tres fichajes (Grau, Eugeni y Sabin Merino). Solo han pasado dos partidos, Málaga y Leganés, desde que acabó ese agitado enero y no parece muy lógico despedir a al menos uno de los artífices de ese cambio.

Malos síntomas

Pero es innegable que el Zaragoza necesita un giro, un cambio, y ya se ha agotado la bala de la revolución en el vestuario. El equipo se ha caído, compite bien solo a ratos y cuando lo hace, una hora en Ibiza, media ante el Leganés no la segunda parte ante el Málaga, no le da para ganar y se diluye como un azucarillo preso de su inconsistencia y de su volatilidad. No tiene nada de gol y los rivales, con poco, le penalizan, por lo que tampoco puede vivir de una fiabilidad mucho más supuesta que real. Y, sobre todo, no gana nunca. Y eso es fatal para cualquier técnico. También para JIM.