El cambio de Fran Gámez por Lluís López en el descanso del partido contra Las Palmas, medida preventiva de Juan Ignacio Martínez por la amarilla que el lateral derecho había visto en la primera mitad, vino acompañado de pitos del respetable de La Romareda. Los silbidos fueron dirigidos a la decisión del entrenador, que mandaba a Francés al costado e introducía al catalán en el centro de la defensa, al lado de Jair. López había despertado en el aficionado ciertos recelos por varios errores puntuales y la consiguiente desconfianza.

Históricamente no ha sido fácil convivir en una plaza como Zaragoza con el runrún de sospecha a tu alrededor. Los más fuertes consiguieron salvarlo y muchos otros fueron engullidos por la exigencia y la presión de jugar en un estadio como La Romareda, acostumbrado a poner el listón a una cierta altura. Lluís López es un chico joven, 25 años recién cumplidos, de fuera de la ciudad, con solo unos meses de relación con el club después de su fichaje este pasado verano. Le quedaban lejos, por lo tanto, muchas de estas circunstancias.

Sin embargo, fuera consciente o no, desde el momento en el que saltó al césped tras el descanso contra Las Palmas se enfrentaba a una situación difícil. Había muchos ojos mirándole con una lupa de muchos aumentos fiscalizando su actuación y cada una de sus acciones después de algunas dudas previas. La respuesta de Lluís López ha sido extraordinaria. Estuvo bien esos 45 minutos, rozó el sobresaliente en Gijón supliendo a Francés por sanción y estuvo igual de magnífico frente al Almería relevando a Jair por el mismo motivo. López ha superado una prueba de gran altura en un momento de máxima presión personal. Ha hecho honor a su segundo apellido: ha sido de mármol.