Fue un 18 de marzo de 1932 cuando nació la leyenda. La fusión del Iberia y el Zaragoza significó el nacimiento del Real Zaragoza, que escogió el blanco y el azul como sus colores y el león en su escudo como seña de identidad. En estos 90 años, son muchos los momentos y las imágenes que ha protagonizado un equipo que se ha ganado a pulso ser considerado, a pesar de su triste realidad actual, uno de los clubs con más solera e historia del fútbol español.

Los Alifantes Archivo El Periódico

Los Alifantes fueron el primer equipo recordado y los precursores de todos que vendrían después, consiguiendo el primer ascenso a Primera División. La inauguración de La Romareda en 1957 llevó al club, que iba a cortando la distancia con los mejores, a otra dimensión. El primer gran rugido del león llegó en la década de las 60. Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra pusieron definitivamente al Real Zaragoza en la élite del fútbol español a base un gran juego y goles. Los Cinco Magníficos, que dieron nombre a ese equipo, trajeron a la capital aragonesa los primeros títulos y días de gloria. Cuatro finales de Copa del Generalísimo llegó a jugar ese generación entre 1963 y 1966 de las que pudo ganar dos. También fue capaz de llegar al partido decisivo de dos Copas de Feria e imponerse en una de ellas.

Los Zaraguayos Archivo El Periódico

La siguiente década, los 70, dejó también otro de los equipos más recordados en la prolífica historia aragonesa. Los Zaraguayos, en honor al gran número de futbolistas de Paraguay que vestían la camiseta blanquiazul, continuaron la senda marcada por Los Magníficos. No tuvieron la misma suerte que sus predecesores y no consiguieron levantar ningún título, pero sí que ganaron el cariño y la admiración de la siempre fiel afición La Romareda. Además, los Lobo Diarte, Felipe Ocampos, Adolfo Soto, Nino Arrúa y compañía tienen el honor de haber conseguido la mejor clasificación en Liga del Zaragoza, siendo subcampeones en la temporada 74-75. En 1992 se produjo la conversión del Real Zaragoza en Sociedad Anónima, pasando Alfonso Solans a ser el accionista mayoritario con el 51% de las acciones. Ese fue el inicio de unos años mágicos para el club aragonés

El gol de Nayim

Grandes temporadas de juego y resultados llevaron al equipo a levantar su cuarta Copa hasta el momento en el año 94 tras imponerse en penaltis al Celta. Ese triunfo le otorgó la posibilidad de jugar al año siguiente la Recopa. Y vaya si la aprovechó. El inolvidable gol de Nayim en París desde 50 metro en la final ante el Arsenal cuando la prórroga agonizaba en el Parque de los Príncipes es sin duda el mayor clímax que ha vivido el zaragocismo en estos 90 años. Todo el mundo que tuvo la suerte de vivirlo sabe dónde estaba y con quién cuando Nayim hizo saltar a lo unísono a todo un país que durante ese año vibró con la gesta de los zaragozanos. Ese tanto culminó lo que fue una competición inmaculada del club aragonés, dejando su impronta por toda Europa ante equipos de la talla del Feyenoord o el Chelsea y fue el artífice de la conquista de la Recopa, quizá el título que con más cariño recuerda la afición, por su categoría y la manera en la que se consiguió.

Galleti besa la Copa del Rey de 2004. Archivo El Periódico

El final de los 90 y el inicio de siglo fueron años de intensas emociones para el Real Zaragoza, que alternó dispares actuaciones. En el 2000, los aragoneses llegaron al último partido de Liga con opciones por primera vez de conquistarla, aunque finalmente terminaron cuartos. La siguiente temporada se volvió a ganar una Copa ante el Celta aunque al año posterior se descendió tras 35 años en Primera. Fue un paso fugaz ya que se ascendió inmediatamente, volviendo con mucha fuerza. En 2004 el Zaragoza conquistó su sexta Copa y última hasta el momento al vencer con el recordado gol de Galleti al Madrid de los Galácticos. Las siguientes temporadas el conjunto aragonés fue un quebradero de cabeza para los equipos más ilustres de España, quedando como mejor representación en el imaginario zaragocista el histórico 6-1 a los madridistas en La Romareda. Fue uno de los últimos coletazos de grandeza del león que, enjaulado durante ya demasiados años en la Segunda División, sueña con rugir de nuevo. Volveremos.