Estos son los hechos y, a su vez, las poderosas razones. Jornada 27, gol de Iván Azón en Leganés. No sirvió de nada y el Real Zaragoza perdió el encuentro. Fue el primer tanto del canterano esta temporada en la Liga. Desde entonces, su línea ha sido ascendente y cada vez más consistente. Jornada 29. Otro gol en El Molinón. El equipo venció por 1-2 con aquella obra de arte del delantero en el minuto 96, una de las jugadas del año, de pillo, de futbolista hambriento y que jamás baja la cabeza, sino que la levanta hasta donde haga falta para ganar un balón imposible y convertirlo en tres puntos de oro. Fueron de oro y de inflexión.

En la siguiente fecha, Iván cerró la victoria frente al Almería que Francho había abierto casi involuntariamente y, sin solución de continuidad, marcó también el 1-1 al Fuenlabrada en La Romareda en la 30, determinante para que el posterior tanto de Puche se convirtiera en otro triunfo y quien más, quien menos dejara volar un poquito la imaginación. En Cartagena no tuvo nada que celebrar, como el resto del equipo, y este viernes, Azón rescató un punto en el minuto 96 ante el Amorebieta con un cabezazo de toro bravo, entrando como una fuerza de la naturaleza por el corazón del área y rematando a gol como los clásicos, de manera inapelable.

Nada de ello le ha servido a Iván para ser titular en este tiempo en el que los dioses del fútbol le han amparado. Sí había sido de la partida anteriormente en nueve ocasiones, en las que no tuvo ni acierto ni suerte. El punta fue habitualmente suplente porque se pasó 26 jornadas sin marcar por una suma de factores que se podrían resumir así: tiene solo 19 años, primera variable para entender el resto. Por sí misma, la edad actúa como un factor corrector. Sus condiciones futbolísticas están todavía por pulir como es natural en la fase del proceso de aprendizaje en el que está inmerso. A ello se añadieron una serie de errores encadenados en la definición por malos golpeos desde el punto de vista técnico y cierta precipitación en la suerte suprema, fallos que, a simple vista, mermaron su confianza.

En Leganés, Iván Azón se liberó. Aquel grito de rabia cuando embocó el balón en el fondo de la portería dio rienda suelta a su confianza. Estamos ante un chico tremendamente noble, capaz de interiorizar que cada segundo y cada esfuerzo cuentan sean cuales sean las circunstancias. A base de eso, de voluntad y trabajo, de profesionalidad extrema, le ha dado la vuelta a su situación personal. Suma cinco goles en siete jornadas y está en plenitud.

Sin embargo, Juan Ignacio Martínez lo ha mantenido en el banquillo con ese rol ingrato de revulsivo y ha preferido insistir con Sabin Merino, fichaje estrella en el mercado de invierno y con el que, poco a poco, se han terminado los argumentos. Verdaderamente, al técnico le ha funcionado la decisión de usar a Azón en las segundas partes: le ha asegurado goles y un efecto de estímulo muy productivo con las defensas rivales cansadas. Sin embargo, con cada tanto que marca el canterano en este momento de gracia por el que atraviesa y con cada gol que no suman sus compañeros de puesto, el entrenador redobla la injusticia que, ya sí, está cometiendo con su jugador. En la conciencia de JIM debe haber ahora mismo un interesante debate.