La afirmación puede servir para Sabin Merino, pero perfectamente podría aplicarse a alguno de sus actuales compañeros y también a propietarios en temporadas pasadas del puesto, un terreno de arenas movedizas que está engullendo víctimas año tras año, especialmente en los dos últimos. Ser delantero de éxito en el Real Zaragoza está caro. Tiene que haber poca trampa, ningún cartón y unas condiciones futbolísticas de presente y de futuro muy sólidas para abandonar La Romareda por la puerta grande con el nueve, o equivalente, a la espalda. Salieron a hombros jugadores de máximo nivel que explotaron en la ciudad y que luego han triunfado en Primera División, como Borja Iglesias, Luis Suárez, Javi Puado, Ángel Rodríguez o Borja Bastón, nombres insignes y contrataciones de rotundo acierto en su día.

Para otros, sobre todo en los dos ejercicios más recientes, el camino ha sido mucho más sinuoso. Basta recordar al Toro Fernández, Haris Vuckic o Álex Alegría. O las dificultades que lleva sufriendo Álvaro Giménez desde el inicio de Liga (cinco goles hasta ahora), las de Juanjo Narváez en su segundo curso con la blanquilla (dos tantos después de los nueve de la pasada), las de Nano Mesa (otros dos) y las de Sabin Merino, que aún no se ha estrenado desde su llegada como refuerzo estrella en enero con un contrato de tres campañas.

Sabin ha gozado del beneplácito de Juan Ignacio Martínez desde su aparición, muy esperada en tanto en cuanto el Real Zaragoza padecía un enorme déficit goleador que, presuntamente, venía a paliar como gran apuesta de Miguel Torrecilla en invierno. Al final lo ha solventado Iván Azón a la chita callando con cinco tantos casi de carrerilla. Merino no ve puerta y sobre su figura apunta ese foco con una luz que ciega como cada vez que se dan estas condiciones: delantero reiteradamente titular que no consigue marcar. En realidad, nunca en su carrera ha sido un goleador prominente. Más allá de los 17 que anotó con el Bilbao Athletic en Segunda B en la temporada 14-15, sus registros han sido siempre bajos. Su siguiente tope son los nueve que convirtió en el Leganés en la 20-21, seguidos de los cinco con el Deportivo en la 19-20, ambos ya en Segunda, en el fútbol profesional.

Tiene 30 años y representa un perfil de edad parecido al de Álvaro, ambos delanteros fichados con el objetivo de relanzar unas carreras en caída, sin éxito por el momento. El pueblo pide goles. Es normal que Sabin empiece a sentir ese aliento, cierzo frío que deja helado, de ser el delantero del Real Zaragoza.