El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

Narváez, Nieto y el coste y la complejidad de vender o no vender

Juanjo Narváez posa para este diario en la Ciudad Deportiva. ANGEL DE CASTRO

Una vez que los sueños de grandeza han quedado totalmente volatilizados, de los que los optimistas despertaron después de la victoria del Oviedo en Gijón y el empate en Huesca y de los que los pesimistas venían renegando con mucho tiempo de antelación a ese domingo de abril, al Real Zaragoza solo le queda pendiente confirmar su permanencia matemática en Segunda, algo que con toda probabilidad se producirá este próximo fin de semana, para acabar luego la temporada de la mejor manera posible.

En este tiempo de tardes primaverales, sin nada de importancia en liza, el equipo debe tomar conciencia de que para tirar la toalla en la playa todavía falta un mes de competición, insulso pero que debe ser enfocado con la máxima profesionalidad y todo el respeto a la institución y al propio campeonato. No es momento tampoco para teatralizar situaciones ni generar focos de tensión innecesarios. Hay cuatro partidos por delante, Alcorcón, Oviedo, Lugo y Real Sociedad B, y un mal encuadre de la coyuntura lo único que puede hacer es ensuciar la imagen de los implicados, desde el entrenador hasta los futbolistas.

Mientras el equipo apura este final de Liga sin alicientes deportivos, la Sociedad Anónima se adentra en una nueva era societaria, liderada por Jorge Mas en la propiedad y por Raúl Sanllehí a pie de tierra. Llega libre de cargas mentales a las fechas en las que se reestructuran los grupos de trabajo y se planifican las plantillas, las entradas, las salidas, las ofertas y las ventas, si las hubiera. Es un momento de especial complejidad y estrés profesional y personal para las direcciones deportivas. Cada decisión tiene unas consecuencias y un coste económico y social. Acertar es el objetivo universal. Conseguirlo no siempre es sencillo.

Carlos Nieto se agarra a las mallas de una portería en los campos de entrenamiento. ARCHIVO EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

A lo largo de esta etapa de ocho años que ahora concluye, el Real Zaragoza se ha visto obligado a realizar numerosas ventas para conseguir el dinero necesario para cuadrar sus cuentas y tirar hacia adelante. Con ese fórmula se marcharon Vallejo, Diego Rico, Guti, Soro o Pep Biel, algo menos Pombo, a los que el fútbol ha tratado de maneras muy diversas desde su partida. Vender ha sido una constante de este periodo de estricta supervivencia, en el que, sin embargo, el club también ha renunciado a afrontar algunos traspasos de jugadores en su momento cumbre.

Fue el caso por ejemplo de Juanjo Narváez, al que la SAD prefirió retener este pasado verano después de una temporada previa estupenda, con nueve goles y una gran incidencia en el colectivo. El Real Zaragoza lo consideraba entonces uno de los delanteros más importantes de Segunda. También estuvo en el escaparate Nieto un año antes, al tiempo que Guti y con algo menos de fuerza que el colombiano, tras firmar una muy notable temporada con Víctor Fernández en el banquillo. En aquel instante, la consideración técnica del lateral izquierdo en el club era clara: solvente titular para Segunda, nivel de buen suplente de Primera División.

Ha habido otros casos recientes, pero con Narváez y Nieto se observa claramente la complejidad en la toma de las decisiones, sus consecuencias y su coste económico y social. Ahora, con otra perspectiva, todo parece mucho más sencillo de lo que fue en unas circunstancias muy diferentes. Los dos jugadores han disminuido su rendimiento y, por lo tanto, su valor y cotización. Nadie dará ahora lo que hubieran dado cuando su nivel era muy superior. Esa es la dificultad: ver el toro antes de venir, no cuando ya ha pasado.

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