El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

El tormentoso final de Liga para JIM y el daño para su imagen

Juan Ignacio Martínez anima a Borja Sainz tras el 0-3 ante el Alcorcón. JAIME GALINDO

En un año y medio, tan intenso y extenuante como por el que transitaron muchos de sus predecesores, Juan Ignacio Martínez ha disfrutado y sufrido en carne propia la montaña rusa de emociones que es vivir este Real Zaragoza contemporáneo desde el centro de todas las pasiones, el punto que el entrenador ocupa en este maravilloso y algo enloquecido universo.

JIM subió a los cielos blanquillos por el alcance divino de su obra en su primera media temporada en el club, al que salvó de un desastre histórico evitando el descenso a Primera RFEF. Con una espectacular remontada de autor en la segunda vuelta, mantuvo al equipo en el fútbol profesional y, con aquello, hizo posible todo lo que en los últimos meses ha sucedido en la Sociedad Anónima: la llegada a la propiedad de un nuevo grupo de inversión con un potente músculo financiero detrás.

Esta campaña, el técnico alicantino ha perdido su aura celestial y su figura se ha humanizado. Su rendimiento profesional ha sido más bajo y su idea de juego, demasiado estática y conservadora. Ha tomado, además, diferentes decisiones a lo largo del curso difíciles de explicar y de comprender por la afición de La Romareda. En consecuencia, y producto también de la caída de nivel de varios jugadores, el rendimiento del equipo ha decrecido.

El resultado, una temporada discreta, lejos de las aspiraciones iniciales marcadas por Miguel Torrecilla desde la dirección deportiva y secundadas por el propio JIM. El Zaragoza ha pasado demasiado tiempo en la zona baja de la clasificación y está acabando el torneo de manera anodina, sin expectativas y con un comportamiento feo en sus últimas fechas, valga como muestra el 0-3 ante el Alcorcón. La plantilla ha presionado el botón de la desconexión y el entrenador, como principal responsable de la misma y por lo tanto de evitar la relajación excesiva, no ha sabido mantener a sus hombres activos y conectados en defensa del buen nombre de la institución y de la dignidad histórica del escudo que visten. Para JIM, este JIM más terrenal y cuestionado, el final de la Liga está siendo verdaderamente tormentoso. Nada bueno para su imagen.

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