El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

El Real Zaragoza entiende el mensaje y honra el escudo

Francho, Zapater, Jaume y Jair abrazan a Bermejo tras uno de los goles en Oviedo. LALIGA

A punto estuvo de complicar muy pronto la noche De la Fuente Ramos y su colega en Las Rozas, Ocón Arraiz, con una de esas decisiones tan inverosímiles que han convertido el VAR en un elemento sospechoso. Ya nadie sabe qué es penalti por mano y qué no lo es. Hay manos que se castigan de manera inmisericorde y las mismas que quedan impunes. Da la impresión, y si no es así verdaderamente lo disimulan de manera magistral, que ni los propios colegiados entienden cuándo deben sancionar y cuándo no.

La cuestión es que Iván Azón se quedó perplejo por la dureza del castigo y el Oviedo se adelantó en el marcador con el penalti consiguiente que transformó Borja Bastón, el killer que no ha tenido el Real Zaragoza en toda la temporada y al que Cristian Álvarez le amargó media Liga con una soberbia parada en otra pena máxima por mano de Sabin Merino, esta ya en la segunda mitad. El guardameta argentino estuvo sobresaliente. Era bien temprano en el partido y, en lugar de bajar los brazos, desentenderse de sus obligaciones profesionales y condenarse a una suerte como la de la aciaga tarde contra el Alcorcón, el equipo se fue arriba, sacó el orgullo, el deseo y la rasmia y convirtió la primera parte en un ejercicio de honra al escudo bordado en cada una de las camisetas que visten los jugadores.

El encuentro se embelleció y el Zaragoza disfrutó. Hizo tres bonitos goles en tres acciones a balón parado. El primero en un saque de banda que Azón remató de cabeza y Bermejo, también con la testa, convirtió en gol tras el rechace de Femenías. En toda la jugada hubo actividad y apetito. Luego, Jair convirtió el 1-2 con otro cabezazo. Bermejo remató una dignísima primera parte con un magnífico zurdazo desde fuera del área que acarició las mallas con dulzura. Entre medias, el Oviedo había empatado en un despiste defensivo y Francho bien pudo anotarse un doblete. No lo hizo. Como penitencia, el 3-3, al final definitivo, de Brugman tras el descanso. Un gran tanto también.

La bronca de Miguel Torrecilla después del ejercicio deshonroso del pasado domingo contra el colista surtió efecto. La plantilla comprendió el mensaje y al Tartiere salió con una muy buena actitud. Hasta JIM fue a por la victoria con sus cambios y Vada la tuvo en el último suspiro. Siempre es mejor ganar que perder, en cualquier circunstancia. Al Zaragoza, realmente, esta Liga ya no le va ni le viene. Lo que no podía tolerarse es que la desidia y el abandono dañaran el prestigio de la institución y su escudo con actuaciones de tan bajo nivel de compromiso y predisposición como la del Alcorcón. El equipo lo entendió perfectamente.

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