La 18ª jornada de Segunda

Drama en el alambre. La previa del Real Zaragoza-Ibiza

Al Real Zaragoza de Escribá solo le vale la victoria ante el colista Ibiza para respirar. El técnico aún no conoce el triunfo con el equipo aragonés

Larra y Vada realizan un ejercicio durante un entrenamiento en La Romareda.

Larra y Vada realizan un ejercicio durante un entrenamiento en La Romareda. / ANGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

La Romareda, ese escenario poco dado a las alegrías y en el que las piernas tiemblan nada más atravesar el torno de la entrada, bien merece algo más que otro disgusto. El zaragocismo, escaldado y abrasado, lleva demasiado tiempo instalado en la desazón y el desencanto. Tanto como el que acumula su equipo en Segunda, una categoría que ha atrapado a un Real Zaragoza relegado a la vulgaridad y la mediocridad.

Poco queda de aquella ingente dosis de ilusión y esperanza que trajo consigo la llegada al club de la nueva propiedad. Aquellas sonrisas han dejado paso a los mismos semblantes castigados por la ira y agrietados por la tristeza de una afición maltratada que, una vez más, ve a su equipo deambular desnortado preso de una desesperante fragilidad anímica y futbolística.

Y eso que el aterrizaje de Escribá ha devuelto cierta dosis de optimismo. El técnico, curtido en mil batallas, hace tiempo que tiene claro el diagnóstico del enfermo, pero el tratamiento no acaba de hacer efecto. Las sensaciones, eso sí, son mucho mejores. También el juego, pero no los resultados. A la insultante derrota sufrida en Copa ante el Diocesano se suman dos empates en otros tantos partidos de Liga. En uno, ante el Málaga, el Zaragoza apenas salvó un punto a pesar de jugar casi todo el encuentro con un efectivo más y de ser víctima del infortunio al estrellar tres balones en la madera y varios más en el meta rival. En el otro, ante el rocoso Burgos, la victoria también se escapó cuando parecía en la mano. Un gol en el descuento desató la algarabía e hizo soñar con el final de una etapa. Pero otro devolvió las dudas y los fantasmas.

Así que el partido ante el Ibiza (16.15 horas) se presenta como un duelo en el alambre entre dos escuadras temblorosas empeñadas en hacer malabares al borde del abismo. El cuadro balear es colista, lo que, paradójicamente, supone un serio problema para un equipo aragonés que suele salir mal parado en los combates ante rivales supuestamente menores. Viene el Ibiza, además, de la mano de un nuevo entrenador, Lucas Alcaraz, que regresa a La Romareda, donde dejó un ingrato recuerdo tras permanecer apenas un puñado de partidos antes de ser despedido en aquella fatídica temporada 2018-19 en la que todo estuvo a punto de volar por los aires. Ya volvió con el Albacete y fue destituido justo después de caer en Zaragoza merced a un gol de Narváez.

Ganar o ganar

El partido, en todo caso, ha de servir para transformar de una vez esas buenas sensaciones en triunfos mucho más necesarios que una imagen decente. A estas alturas de la película de terror en la que se ha convertido la campaña, se impone ganar de una vez, impedir el enésimo sofocón a la parroquia y tomar aire para aplazar la asfixia.

Porque la zona de descenso está a solo dos puntos de distancia. Hacia arriba hace tiempo que nadie mira. El modo supervivencia abanderado por el capitán, Alberto Zapater , sigue vigente, por mucho que Escribá, Vada y otros se empeñen en apelar al partido a partido. 

Después del aseado partido en El Plantío, la lógica invita a advertir que el técnico zaragocista no variará en exceso el once inicial que formó en tierras burgalesas. Incluso, es posible que jueguen los mismos, lo que volvería a dejar a Francés, intocable hasta esta temporada, en el banquillo. Lluís López y Jair seguirían ejerciendo como pareja de centrales mientras que Gámez y Fuentes volverán a ocupar los laterales para completar el escudo de Ratón, previsiblemente, ante su cuarto encuentro consecutivo bajo palos. 

En el centro del campo, Escribá, que verá el partido desde la grada al estar sancionado, parece haber encontrado en Zapater y Grau a su pareja más fiable para gestionar la sala de máquinas a la espera de que la acumulación de partidos (tres en una semana) obliguen a dosificar esfuerzos y a echar mano de las rotaciones. En los costados de ese 4-4-2 tan definido, Bermejo tiene plaza segura a expensas de dilucidar en cuál de los dos costados. En el otro, Larra y Vada se disputan la titularidad en función de la necesidad de estirar el campo, lo que daría ventaja al vasco, o de potenciar la llegada, lo que abriría la puerta del once al argentino.

Donde tampoco hay dudas es en ataque. Allí, Giuliano y Mollejo apuntan a seguir haciendo pareja. Su dinamismo, movilidad y velocidad son esenciales en el esquema de Escribá, que, además, continúa sin poder contar con Azón, aún lesionado. Gueye, fichado a bombo y platillo, parece no contar salvo en situaciones desesperadas.

Petrovic, expulsado al final del partido en Burgos, se une a Azón y Cristian, aún convaleciente, en el capítulo de bajas zaragocistas ante un Ibiza envuelto en propósito de enmienda para tratar de salir del agujero del último puesto de la tabla tras nueve choques sin ganar y después de haber encajado once derrotas y sumar tres victorias y tres empates. Para echarse a temblar. Otra vez. 

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