La 19ª jornada de Segunda

Punto y seguido. La crónica del Albacete-Real Zaragoza (0-0)

Un Zaragoza ordenado y serio suma un trabajado empate en un duelo áspero en Albacete

Gueye remata de cabeza en la mejor ocasión del Zaragoza.

Gueye remata de cabeza en la mejor ocasión del Zaragoza. / PRENSA2

Jorge Oto

Jorge Oto

Cierto es que el punto sabe a poco. O, mejor dicho, no sabe a mucho. Pero tiene su valor para un Real Zaragoza en progresión que no conoce la derrota en Liga desde que llegó Escribá, artífice de una evolución lenta pero que parece segura. El equipo aragonés fue superior al Albacete, sobre todo en una segunda parte en la que solo su déficit de calidad en ataque le privó de un triunfo que hubiese sido oro puro. Pero el Zaragoza, ordenado y sobrio, apenas permitió llegadas de un equipo manchego que sucumbió ante la seriedad defensiva de su oponente. 

Hasta siete cambios realizó Escribá para afrontar la acumulación de tres partidos en una semana. Solo Ratón, Francho, Jair y Giuliano repitieron respecto al duelo del pasado sábado ante el Ibiza, pero, a pesar del profundo cambio de fisonomía, el Zaragoza fue muy similar al de tres días antes. Instalado en el 4-4-2 de siempre, Francho y Eugeni ejercían en los costados para que su tendencia a ir hacia dentro dejara la banda entera a los laterales. El Albacete, en el que Olaetxea ejercía de pivote defensivo en ataque para retrasar su posición junto a los centrales en tareas defensivas, dedicó los primeros compases del choque a estudiar bien al adversario para, posteriormente, atacar sus puntos más débiles.

No tardó en encontrarlos. Uno de ellos residía en un centro del campo zaragocista empeñado en perder balones sencillos, lo que propiciaba contras peligrosas casi siempre lideradas por un dinámico Fuster. Tras un disparo lejano de Álvarez que desbarató Ratón sin excesivos apuros, el meta gallego dio el primer susto de la noche al salir en falso a por un balón aéreo que no acabó de milagro en Fuster, al que un providencial Manu Molina privó del gol en una jugada posterior.

El Zaragoza, como siempre, tenía la pelota pero no sabía qué hacer con ella. El Albacete, con la lección aprendida, entregó la posesión a los aragoneses y se limitaba a esperar el error para salir rápido a la contra. La fórmula, conocida ya por toda la Segunda División, ponía en problemas a un Zaragoza incapaz de generar desde el juego en estático y al que el Albacete impedía correr. 

Una galopada de Fuster, el mejor del partido en la primera mitad, y su posterior disparo envenenado propiciaron la mejor intervención de Ratón. El meta desvió con acierto un tiro que botó antes de llegar a sus guantes y que advertía que el Albacete ya había asimilado todo lo que tenía que saber. Los de Albés dieron un paso adelante en la presión alta que incomodó aún más a un Zaragoza cada vez más perdido en su indefinición.

Sin noticias de Bernabé, el caudal ofensivo de los de Escribá se limitó a un empalme horroroso de Giuliano que acabó en saque de banda. El Albacete, cada vez más cómodo, atacaba a Ratón desde las alturas para explotar una inseguridad que el meta volvería a mostrar al filo del descanso, aunque, de nuevo, su fallida salida no tuvo consecuencias.

Paso adelante

En la reanudación, el Zaragoza dio un paso adelante. Tras un disparo lejano de Maikel Mesa que se marchó demasiado alto en una réplica a otro previo de Zapater excesivamente centrado, el partido cayó de lado de los aragoneses, que volcaron el campo a la derecha. Allí, Larra se crecía hasta el punto de que Albés se vio obligado a cambiar al lateral de aquella banda. Del vasco partían las mejores llegadas, los centros más decentes y los avances principales de un Zaragoza que buscaba más el centro lateral en busca de la envergadura de Gueye.

El nuevo plan estuvo a punto de obtener rédito cuando el africano cabeceó con fuerza un centro de Larra que Bernabé desvió con apuros, pero su rechace fue de nuevo a parar al delantero zaragocista, que volvió a dejar claro que su utilidad reside en la cabeza. Con los pies, la cosa cambia.

Un ensayo lejano de Larra que Bernabé detuvo en dos tiempos obligó al técnico local a volver a echar mano del banquillo para recomponer un equipo superado y castigado físicamente, pero la entrada de Juanra y Maestre, que apenas duró diez minutos antes de lesionarse, no alteró el guion. El Zaragoza seguía mandando.

Escribá, consciente de tener la presa donde quería, buscó el asalto definitivo dando entrada a Mollejo y Vada en busca de mayor llegada. Larra, reventado y tocado, dejaría su lugar a Vigaray, que volvió al fútbol un año y medio después de su última aparición en una de las mejores noticias de la temporada.

El movimiento, sin embargo, no obtuvo el resultado esperado. Sí funcionó mejor la entrada de Grau, que ayudó a refrescar una medular en la que Molina, amonestado, había cumplido. Albés tiró de Kawaya para buscar las cosquillas a Fuentes, que completó, seguramente, su partido más serio desde que llegó.

La tuvo Francho al final, pero el canterano, en una contra bien llevada, volvió a errar en la decisión clave. Punto y seguido para un Zaragoza que avanza. 

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