La opinión de Sergio Pérez

La herencia de Torrecilla y las maniobras de Cordero

Juan Carlos Cordero, en la sala de prensa de La Romareda en su presentación.

Juan Carlos Cordero, en la sala de prensa de La Romareda en su presentación. / ANDREEA VORNICU

Sergio Pérez

Sergio Pérez

En esta década de miserias en Segunda División, el Real Zaragoza ha tenido en nómina a cinco directores deportivos con tal catalogación. Entre ellos hubo uno, Ángel Martín González, que fue capaz de reunir en la delantera a Willian José y a Borja Bastón con el verano echado encima y un margen de maniobra realmente escaso. Hubo también quien logró enrolar en las filas blanquillas a un par de nueves de altísimo postín como Borja Iglesias o Luis Suárez. Junto a Cristian Álvarez fueron las obras culminantes y más brillantes del periodo de Lalo Arantegui en el club, apuntaladas con una apuesta de facto y exitosa por los mejores canteranos y emborronadas por una extraña mala mano para elegir técnicos y por la contratación de un excesivo número de jugadores que acabaron muy pronto en paradero desconocido.

Entre medias una etapa fugaz de Narcís Juliá, con muchas penas y pocas glorias, y antes de la presente un periodo de dos años con Miguel Torrecilla al mando y pocos recuerdos amables rescatables más allá de la elección de Juan Ignacio Martínez. La capacidad del ejecutivo salmantino para fichar delanteros sin gol quedó contrastada en Zaragoza. Fue la cruz que enterró su reinado. En ese apartado no estuvo mucho más audaz el nuevo grupo inversor en su primera gran intervención en forma de sinergias, amén de Quinteros. La apuesta por Pape Gueye ha sido, hasta ahora, un rotundo fiasco. Con esa suavidad que le caracteriza y con un lenguaje directo e inteligente, Fran Escribá le mandó un recado este sábado.

Torrecilla dejó en herencia una plantilla repleta de fichas, de regalos envenenados como la negociación con James para que se fuera cedido a Estados Unidos y volviera confortablemente como se fue, y con un nivel de calidad global menor al que debería tener por límite salarial: 10,1 millones de euros, el séptimo de la categoría. El equipo no ha rondado todavía esos puestos en el actual campeonato y se ha quedado incrustado en la zona media-baja de la clasificación todos estos meses.

En sus primeros días en el cargo, Juan Carlos Cordero está tratando de deshacer algunas de las madejas que otros hilaron en su mismo despacho, negociando salidas contra el reloj de futbolistas inservibles para hacer espacio físico, empezar a reordenar el desbarajuste en el orden salarial y dejar su primera huella en Zaragoza en forma de fichajes. A Escribá y a Tomás Alarcón se los encontró ya puestos. Su prioridad ahora es equilibrar la plantilla con un extremo izquierdo, posición que quedó huérfana en la sorprendente confección deportiva del verano y que pone manifiesto el extremo al que llegó Torrecilla, apilando futbolistas en algunas áreas y dejando otras sin cubrir. El radar está puesto también sobre los delanteros que salgan al mercado.

Mientras Cordero juega su partida, el Zaragoza disputa un importantísimo partido este domingo en El Molinón, donde llega de subida y el Sporting en caída. La magnífica remontada de Villarreal ha vuelto a abrir esa puerta por donde se cuela la esperanza en la ciudad a la mínima posibilidad. Un triunfo haría soplar más vientos de optimismo. Una derrota daría otro portazo a esa vía por la que circulan los sueños, todavía hoy vivos y a pesar de tantos pesares.

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