La 26ª jornada de Segunda

Bendito Bebé. La crónica del Andorra-Real Zaragoza (0-1)

Un gol del recién llegado en la última jugada del partido concede la victoria a un buen Zaragoza

Los jugadores zaragocistas celebran el tanto de Bebé.

Los jugadores zaragocistas celebran el tanto de Bebé. / REAL ZARAGOZA

Jorge Oto

Jorge Oto

Hacía apenas un par de minutos que había mandado el balón al pico más alto de Andorra en una mala ejecución de una falta muy lejana. Parecía la última ocasión malograda por un Real Zaragoza lastrado de nuevo por su falta de efectividad y por decisiones erróneas a la hora de encontrar el último pase. Pero un resbalón de Iván Gil propició la última oportunidad. Bebé empezó a correr. También el incansable Giuliano, un futbolista de otra dimensión, que regaló al luso un balón precioso que el recién llegado mandó a la red con tanta clase como precisión. Fue lo último que pasó en un partido en el que el Zaragoza casi siempre fue mejor que un Andorra al que bien pudo destrozar a la contra aunque también pudo perder en el tramo final. 

Pero fue el Zaragoza quien mereció ganar. Sobre todo, porque entendió mejor un encuentro en el que se dedicó a hacer lo que más le gusta y mejor se le da: correr. El peculiar estilo del Andorra, basado en la posesión y el juego en estático, permitía al Zaragoza guardarse en dos líneas juntas de cuatro y salir rápido a la contra casi siempre con Giuliano como elemento ejecutor. Antes de que se cumpliera el segundo minuto, el argentino ya había metido el susto en el cuerpo al rival con una galopada que no encontró por poco la cabeza de Mollejo.

El Zaragoza estaba a gusto. Ordenado y sólido, llegaba con claridad. Francho probó a Marc poco antes de que Giuliano, en otra contra, estrellara el balón en el palo tras un buen servicio de Mollejo. El argentino, que no vio a Gámez cuando el lateral estaba listo para marcar, ya era a esas alturas una pesadilla para el Andorra, que apenas se había dejado ver en ataque a través de una jugada personal de Alpanis que desbarató Cristian y en un remate alto de Carlitos.

A la media hora llegó el enésimo contratiempo físico para un Zaragoza maltratado por el infortunio. El maltrecho tobillo de Mollejo decía basta y abocada de nuevo a Escribá a mover ficha en el primer tiempo. Como el pasado lunes ante la Ponferradina, cuando cayó Azón, el elegido fue Puche, que completó, seguramente, una de sus mejores actuaciones con el primer equipo. La decisión de Escribá tenía todo el sentido del mundo en busca de explotar la velocidad y dinamismo de dos incordios.  

El canterano firmó una brillante alianza con Giuliano. Marc desbarató otra contra con ambos delanteros como protagonistas en la última jugada previa a una segunda parte que no comenzó Bermejo, otro caído en combate. El madrileño, con problemas en la cadera, dejaba su sitio al debutante Bebé, el héroe de la jornada.

Aunque el Andorra parecía dar un paso adelante en la reanudación. Bundu, en una de las pocas ocasiones en las que se zafó de la estrecha vigilancia de un buen Nieto, lanzó demasiado desviado desde la derecha antes de que el ensayo de Jacobo se topara con la buena colocación de Cristian. La réplica la dio Puche, cuyo centrado disparo tras recibir de Zapater, no supuso problemas para Marc.

Sarabia ya había hecho cuatro cambios antes de alcanzar el ecuador de la segunda parte. Uno de ellos propició la entrada al campo de Bakis, máximo goleador local, cuya ausencia había sido todo un alivio para Francés y Jair. El punta no tardó en dejar patente su olfato con un fuerte disparo que se marchó no demasiado desviado. 

Pero fue la entrada de Alti la que dio más verticalidad y profundidad a un Andorra que había logrado salir indemne de un tramo marcado por la superioridad zaragocista, a esas alturas ya con Alarcón reforzando la medular. El lateral, muy incisivo, no estuvo demasiado lejos del gol merced a un potente tiro lejano, en realidad, la única herramienta útil para un Andorra que casi nunca vio de cerca a Cristian.

El partido encaraba su recta final convertido en un correcalles peligroso. Cristian se empleaba a fondo para desbaratar un malintencionado disparo escorado de Jacobo justo cuando el cuarto árbitro señalaba los tres minutos de prolongación. El Zaragoza parecía firmar un empate que ni fu ni fa, pero llegó el bendito resbalón de Gil y esa contra al fin bien ejecutada por un conjunto aragonés que tan a gusto se siente cuando corre. Y el más rápido del lugar es Giuliano, asistente de lujo para Bebé, cuya fortaleza amedrentó primero al defensa y después al portero andorranos para acabar con una racha de cerca de 300 minutos sin marcar de un Zaragoza que respira más tranquilo. 

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