REAL ZARAGOZA

La contracrónica del Andorra-Real Zaragoza (0-1): Giuliano lo hace casi todo

El delantero argentino, incansable, estuvo en todas las ocasiones que generó el Real Zaragoza en Andorra, incluida la última para darle el pase del gol al debutante Bebé

Giuliano celebra el triunfo en Andorra.

Giuliano celebra el triunfo en Andorra. / PRENSA2

R. M. L.

Menos marcar, Giuliano lo hizo todo en Andorra. Se desgastó incansable los noventa minutos, corriendo incluso hacia balones imposibles, generó el mayor peligro del Real Zaragoza durante todo el partido, estrelló un disparo en el palo en la primera parte y acabó dándolo el pase del gol a Bebé en el último suspiro del partido para que el Real Zaragoza se llevara los tres puntos del Principado de Andorra.

A los puntos hubiera ganado el equipo aragonés, por más llegadas, por generar más ocasiones, aunque le faltara precisión en todas ellas hasta acertar en la última. Y en todas y cada una de las oportunidades de gol estuvo Giuliano. Acompañado por Bermejo, Mollejo, Vada, Puche o Bebé al final, el denominador común de todas ellas fue el argentino, culpable en buena medida de que el Zaragoza pudiera lograr un triunfo de oro.

Giuliano, a la fuerza y por méritos propios, es la gran referencia ofensiva de este Real Zaragoza. Gueye volvió a quedarse inédito, Azón descansó por molestias, Mollejo se lesionó en la primera parte... y ahí se mantiene siempre en pie el punta argentino nacido en Roma, como un gladiador siempre dispuesto para la lucha. Le faltó en Andorra mayor precisión, como a todo el equipo, ofensivo y voluntarioso pero errando el último pase, aunque su derroche y trabajo resultaron fundamentales.

El Zaragoza salió a morder desde el principio y suyas fueron las primeras y mejores ocasiones. Todas a la contra, buscando los espacios ante un ordenado y disciplinado Andorra que junta mucho sus líneas. Así llegó ese disparo al poste de Giuliano cuando apenas se habían disputado trece minutos de encuentro, tras una acción rápida conducida junto a Mollejo. Y así fue en toda la primera parte, ralentizada por los numerosos golpes de los jugadores zaragocistas. El argentino tuvo otra a la carrera en la que casi provoca el fallo del meta local que no pudo acabar aprovechando Puche.

También lo fue en la segunda mitad, en la que la movilidad de Giuliano siguió siendo clave para que el Zaragoza generara ocasiones, bien a través del propio punta, bien dejando espacios para otros como Puche, que pudo probar también algún disparo. El conjunto de Escribá no lograba marcar pero tenía claro el camino, corriendo, siempre corriendo, y ahí Giuliano fue su mejor arma, la más peligrosa, la más insistente, la más resistente. Su velocidad no decayó ni en los instantes finales, cuando el partido amenazó con romperse y al Zaragoza se le empezaba a notar el cansancio.

No lo tuvo Giuliano. O no lo pareció, porque después de hora y media corriendo tuvo la fuerza y la habilidad para volver a hacerlo una vez más y darle el pase a Bebé para que fuera el portugués quien culminara la contra con más velocidad y un buen golpeo con la derecha. La abnegación del argentino, su pundonor, su entrega, encontraron el premio en el gol de un compañero. Y Giuliano se unió al baile de Bebé, feliz al fin después de tanto trabajo.

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