REAL ZARAGOZA

Bebé vuelve a bailar

El portugués ha optado por la alegría después de una infancia difícil y una lesión que casi le retira

Bebé celebra su gol bailando en Andorra.

Bebé celebra su gol bailando en Andorra. / REAL ZARAGOZA

R. Machín

Su tarjeta de presentación no pudo ser mejor ni más descriptiva. No solo por el gol, en el que muestra su capacidad para atacar el espacio, su velocidad y su golpeo, sino también por la manera de celebrarlo, ese primer baile que define a Bebé, su alegría, su forma de disfrutar de la vida y de cada instante. Lo ha aprendido Tiago Manuel Dias Correia a base de sufrimiento, cuando era pequeño y hace dos años, cuando temió no volver a jugar por una lesión.

Así que Bebé ha decidido ser feliz, al menos intentarlo, disfrutar y hacer disfrutar al resto. Necesita su música, su reguetón y ponerse a bailar, sobre el césped arriesgando, buscando el gol con verticalidad, y fuera contagiando su sonrisa al vestuario. Lo hace porque estuvo a punto de perderlo y ha asegurado en varias entrevistas que ese fue el peor momento de su vida. Acaba de llegar al Real Zaragoza, lleva una semana, y ya ha dado muestras de esa personalidad. 45 minutos y un gol y ya puso a bailar al zaragocismo.

Su calvario empezó el 26 de octubre de 2019, cuando se rompió el cruzado de la rodilla derecha. Fue en un duelo ante la Ponferradina. Pisó mal y tuvo que pedir el cambio entre alarmantes gestos de dolor. Estaba en su mejor momento, había convencido a Paco Jémez y era titular indiscutible, con tres goles incluidos. Ya había sufrido una lesión similar con 20 años y se había recuperado bien, pero en esta ocasión estuvo más de un año visitando más el hospital que un campo de fútbol, sufriendo dolor, llorando, guardándoselo todo.

Le operaron la rodilla en dos ocasiones pero le abrieron la articulación otras dos veces para otra intervención, perdió la cuenta de las veces que pasó por el quirófano para que le pusieran un catéter por la espalda y la pierna. Y todo eso con un dolor a veces insoportable, casi sin poder aguantar la rehabilitación ni siquiera con inyecciones.

Bebé acudía más o menos animado con los fisioterapeutas, pero regresaba destrozado a la habitación de hospital. Llorando, triste, desganado. No quería ni escuchar música. Ni cortarse el pelo, ni afeitarse. Pero cuando le preguntaban, decía que estaba bien. También le ahorraba el sufrimiento a su familia y amigos en Portugal, a los que no les contaba cómo lo estaba pasando. Su vida ya había sido demasiado dura como para asustarse ahora por eso. Aunque peor que el dolor físico era el vacío que se asomaba al fondo: ¿y si con 30 años ya no podía seguir jugando al fútbol?

Una psicóloca

Los médicos y fisios del Rayo que le atendían y ponían todo su esfuerzo en recuperar una lesión más que complicada se dieron cuenta de que, por más que lo dijera, Bebé no estaba bien. Tuvo un par de sesiones con una psicóloga que le abrieron la mente y la insistencia del doctor Beceiro, el médico del Rayo Vallecano, fue clave para que Bebé fuera poco a poco recuperando su esencia, su música, su alegría. Volvió a jugar y a marcar con el Rayo –bien lo sabe el Real Zaragoza, al que le hizo un tanto de libre directo– y a dejar atrás su calvario.

Que ese fuera su peor momento cobra especial dimensión conociendo las dificultades que Bebé ha soportado casi desde que nació. La vida del portugués nunca ha sido sencilla y eso ha forjado su carácter. Lo ha pasado mal, ha sufrido desde niño y, por eso, ha optado por la felicidad, por la alegría a través del fútbol. Y no se olvida ni se olvidará nunca de sus orígenes. En su gemelo luce un tatuaje de la Casa do Gaiato, una institución de solidaridad social fundada en 1940 para acoger, educar e integrar en la sociedad a niños sin un núcleo familiar. Los amigos que hizo en el orfanato lo siguen siendo hoy.

Ahí entró Bebé con nueve años. Sus padres se habían divorciado, su madre no tenía tiempo para ocuparse de la familia, el progenitor desapareció y los cinco hermanos, cuatro niños y una niña, se criaban con la abuela Ilda. Tenían tan poco dinero que a veces no comía y no podían usar el transporte. El día que entró en la Casa do Gaiato supo que su vida iba a cambiar. Para empezar, jugando al fútbol, un deporte que hasta entonces no le había interesado mucho y que desde ese momento iba a ocupar su vida mañana, tarde y noche. Cuando le castigaban en el orfanato, se iba a jugar sin que se enteraran.

Del orfanato al United

Su vida dio un vuelco en 2008. Ese año participó en el Campeonato de Europa de sintecho y su actuación fue tan sobresaliente que empezó a salir en los medios y se interesaron por él equipos locales. Tuvo su primer contrato y le llamó el Manchester United. De la Casa do Gaiato a uno de los grandes de Europa junto a Giggs, Rooney, Keane… Un cuento de hadas hecho realidad gracias a su tesón y su esfuerzo. Un ejemplo de superación y de no conformarse.

Llegó a Inglaterra en 2010 y después su carrera ha pasado por el Besiktas turco, el Río Ave, Paços de Ferreira y Benfica en su país natal hasta llegar a España. Primero como cedido en el Córdoba, con el que debutó, curiosamente, en el campo del Rayo Vallecano. Y es que ha sido en el club de la franja donde Bebé ha encontrado su sitio. Allí ha vuelto hasta tres veces desde que firmó por primera vez en 2015. También ha defendido la camiseta del Eibar en otras dos etapas.

En 2018 se estableció definitivamente en Vallecas, donde se hizo importante, sufrió el peor momento de su vida con la lesión y volvió a convencer a Iraola para que contara con él. Hasta esta temporada, en la que solo había podido participar en cuatro encuentros. Aunque quería quedarse, finalmente aceptó llegar cedido al Real Zaragoza. El club aragonés quería un extremo a toda cosa y, en el último momento, consiguió a Bebé, que ha trasladado su sonrisa y su alegría a la capital aragonesa. En Andorra bailó él, bailó Giuliano, bailó toda la grada. Es la alegría contagiosa de Bebé.

Suscríbete para seguir leyendo