La opinión de Sergio Pérez

Francho y el oficio de centrocampista total

A su llegada, Escribá confesó que no lo conocía bien. En cuanto lo vio, le entró por el ojo. Buscaba un centrocampista total y en Francho ha encontrado esa pieza maestra que engrasa el engranaje, un jugador que interpreta perfectamente el oficio de centrocampista

Francho celebra la victoria del Real Zaragoza en Andorra con Fran Gámez a su espalda.

Francho celebra la victoria del Real Zaragoza en Andorra con Fran Gámez a su espalda. / PRENSA2

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Hubo un momento de esta temporada en el que Francho Serrano no encontraba a Francho Serrano, unos días, aquellos, melancólicos, otoñales y lánguidos. Tristes y de capa caída para un futbolista que acostumbra a hacer buen pie. Pronto, el Real Zaragoza había extraviado el rumbo en la Liga y Francho andaba buscándose en medio de ese maremágnum de dudas personales y colectivas. Después de la renovación del verano, la suya, la de Francés y la de Azón, pilares fundamentales de la política deportiva y comunicativa del club, el canterano se había perdido en el mismo laberinto en el que su equipo estaba desorientado.

Era el final de la etapa de Juan Carlos Carcedo en el Real Zaragoza y Francho había cedido el sitio en el once titular para el que estaba predestinado tras su renovación. Cuando aparecía por el césped, no parecía quien realmente es. La llegada de Fran Escribá despertó al equipo, que ha mejorado aunque clasificatoriamente el rédito no ha sido excesivo, y el centrocampista ha levantado el vuelo de manera progresiva hasta este punto de la temporada, en el que planea por los partidos a una velocidad de crucero extraordinaria.

Francho se ha encontrado a sí mismo y Escribá ha tenido mucho que ver en ello. El entrenador llegó al club con un plan de juego muy firme, un 4-4-2 con el que ya hizo fortuna en su última etapa en el Elche, y una idea clara para sus centrocampistas: en el medio quería jugadores de ida y vuelta, con piernas, dinamismo, esfuerzo constante, velocidad de balón y de juego y poco estatismo y fútbol horizontal. De esa ecuación saltó Jaume Grau, un medio muy posicional, y en ella entró Francho.

Por esa misma razón, Escribá aprobó el fichaje de Alarcón aunque tras su inoportuna sanción y un estreno lejos de lo esperado, Zapater le haya arrebatado momentáneamente el espacio. El entrenador buscaba otro centrocampista que pudiera pisar todo el ancho del campo, que fuera cuando el otro se quedara y que se quedara cuando el otro fuera. Tener fuerza real donde el Zaragoza había flaqueado.

En Andorra, Francho jugó a un nivel altísimo, oxígeno permanente para el equipo, abarcando kilómetros, trabajando a destajo, bien colocado en defensa, yendo y viniendo y sacando las contras con maestría, el arma letal con el que Bebé acabó con su rival en una acción que nació de las botas del canterano, acelerando el inicio de la jugada al borde del área propia, haciendo correr el balón, acertando milimétricamente en el primer pase y que, luego, mimó adecuadamente Giuliano, un delantero fantástico, con un presente esplendoroso y con un futuro brillante por delante. En el remate, Bebé la puso a bailar.

A su llegada, Escribá confesó que no lo conocía bien. En cuanto lo vio, le entró por el ojo. Buscaba un centrocampista total y en Francho ha encontrado esa pieza maestra que engrasa el engranaje, un jugador que interpreta perfectamente el oficio de centrocampista, pulmón del equipo y el corazón que ahora mismo hace latir al Real Zaragoza.

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