La opinión de Sergio Pérez

Bebé, Álvaro Giménez y las orejas del lobo

Bebé, en acción en el partido contra el Burgos en una jugada por la banda izquierda.

Bebé, en acción en el partido contra el Burgos en una jugada por la banda izquierda. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Bebé lo intentó de todas las maneras. Buscando posiciones de golpeo desde lejos que esta vez no dieron en la diana, protagonizando combinaciones de calidad que abrieron espacios y opciones de peligro, especialmente con Giuliano, o acelerando el juego por la banda izquierda para provocar una cascada de centros, de diestra y de zurda, algunos de los cuales cayeron en el lugar adecuado pero por donde no apareció rematador y otros más a la ligera, a ver qué sucedía, con pocas opciones de que algo pasara sin altura en el área.

El extremo cedido por el Rayo, el primer fichaje de Juan Carlos Cordero tras su contratación oficial, ha elevado el nivel del Real Zaragoza por ese costado. Ha hecho ya dos goles, uno en Andorra que trajo tres puntos de vuelta. Tres puntos que ahora mismo son oro puro ante las enormes dificultades que el equipo está teniendo en las últimas semanas para marcar. Contra el Burgos volvió a vivirse un nuevo día de la marmota: producción ofensiva decente en la primera parte, al menos merodeando el gol o sus alrededores, pero nulo resultado. Un punto más, 34. Una semana de incertidumbre y de miedo más.

Por ello, ante el compromiso del momento, el Real Zaragoza está tratando de rebuscar en el fondo de cualquier nevera. Álvaro Giménez ha sido uno de esos delanteros que han pasado con pena y ninguna gloria por el club en las últimas temporadas, una de esas apuestas fallidas que tan poco ayudaron a que el equipo sacara la cabeza de este agujero negro que lo engulló hace diez temporadas. De toda esa retahíla de nombres que han apuntalado el destino hacia ningún lugar en la delantera, puesto de importancia vital en el funcionamiento de un equipo, Álvaro ha sido de entre lo malo, lo menos malo. Esta camiseta se la han vestido peores jugadores y con peor rendimiento, de cuyos nombres nadie quiere acordarse por su humillante pasado.

Hace una campaña, Álvaro disputó 34 partidos con la blanquilla y marcó cinco goles en 2.113 minutos, un tanto cada 422 o casi cada cinco encuentros. Al llegar el verano después de otra frustrante campaña colectiva, el punta regresó al Cádiz, su club de procedencia. El Zaragoza quiso hacer tabla rasa en la delantera y no contempló su continuidad.

Ahora, después de una planificación desastrosa en la punta del ataque, con Gueye como exponente destacado de esa política desacertadísima en las contrataciones en el primer año de la nueva propiedad, y del infortunio con las lesiones de Iván Azón y Mollejo, el club quiere ofrecerle un contrato a Álvaro para sacarlo del paro, en cuya lista figura desde el pasado enero. Donde hace unos meses se veía un problema, ahora se observa una solución. Las dificultades del equipo para hacer gol son manifiestas y crecientes en el momento más determinante de la temporada, con las orejas del lobo asomando afiladas ahí al fondo. Cualquier ayuda será poca.