Digeridas todas las emociones que dejó para siempre el magnífico homenaje de despedida de Alberto Zapater, el capitán forma ya parte de un eterno presente. Hablar de pasado con una figura de este alcance carece de sentido, su recuerdo vivirá adherido a la memoria colectiva de manera permanente. Cerrado ese capítulo con un brillo muy remarcable, el Real Zaragoza se va a lanzar en las próximas semanas a abrir el siguiente, sin lugar a dudas el más importante: la construcción de su futuro más inmediato en tres meses decisivos.
La ceremonia del homenaje a Zapater fue propia de un club con unas raíces históricas profundas, con una potencia social y una sensibilidad extraordinarias y con una magia única. Sin embargo, de vuelta a la realidad, tras el calor emocional de la noche del viernes, hay que recordar cuál es la fría realidad deportiva: la próxima temporada será la undécima consecutiva en Segunda.
En la corrección de esta anomalía, inédita en los 91 años de vida del Real Zaragoza, es en lo que la Sociedad Anónima debe trabajar a fondo, sin descanso y con acierto en los próximos tiempos. A diferencia de lo que por ejemplo ocurrió el verano pasado, este año el punto de partida es sensiblemente mejor. ¿Por qué? Hace doce meses, el club cometió dos pecados capitales en la confección de la plantilla: la complacencia y una mala e indulgente valoración del equipo, errores iniciáticos que terminaron desencadenando los problemas posteriores que hemos visto a lo largo de la Liga.
Esta vez, si continúan por la misma senda y no dan pasos atrás, el camino que han iniciado Juan Carlos Cordero y Fran Escribá es totalmente diferente. Su criterio a la hora de evaluar las virtudes y los defectos de la plantilla es mucho más realista, más ajustado a las necesidades y, por lo tanto, menos condescendiente. Llaman pan al pan y vino, al vino.
En su penúltima rueda de prensa antes de iniciar las vacaciones, el entrenador puso blanco sobre negro: calificó la temporada con un bien pelado, se lamentó de que el equipo no hubiera dado mayor nivel individual, las grandes notas las reservó para muy pocos, llamó a reflexionar sobre con quiénes sí y con quiénes no, reconoció que hay cosas que no le gustan y que habrá que cambiar, reclamó fichajes con talento y físico y se mostró convencido de que, después de la revolución que se avecina, el Real Zaragoza tendrá mejor plantilla, con mejores piezas, ruedas y motor.
Para arreglar un problema, hay un primer paso imprescindible: reconocerlo. Eso han hecho Cordero y Escribá. Parece pequeño, pero es un paso de gigante en la buena dirección.