La actualidad del Real Zaragoza

Francho, el heredero

Serrano está llamado a recoger el testigo de Zapater, con el que comparte origen, posición y un zaragocismo de cuna. El canterano, de 21 años, sueña con portar un día el brazalete que cede ahora el ejeano

Francho y Zapater, en la despedida del ejeano del Real Zaragoza el pasado viernes en La Romareda.

Francho y Zapater, en la despedida del ejeano del Real Zaragoza el pasado viernes en La Romareda. / REAL ZARAGOZA

Jorge Oto

Jorge Oto

Aunque a Zapater no le haga ni pizca de gracia ni le parezca adecuado y pertinente eso de nombrar heredero, lo cierto es que Francho Serrano reúne numerosas características para recoger el testigo del capitán, cuya sombra, en todo caso, es demasiado alargada como para cargar a Francho con una responsabilidad excesiva para sus 21 años. Ya lo dijo Zapater en su rueda de prensa de despedida. «Si dijera un nombre o varios, les estaría haciendo un flaco favor. Hablo con todos y me siento identificado con cada uno de ellos», advirtió el capitán ante el requerimiento de la prensa para designar sucesor.

Pero, en aquel momento, multitud de miradas se posaron sobre Francho, que, junto al resto de la plantilla y miembros de todos los estamentos del club, asistía emocionado a la comparecencia de su compañero. Para el canterano, Zapater es mucho más que un futbolista. «Es mi ídolo, siempre he soñado con ser él», ha reconocido en varias ocasiones. 

«Si dijera un nombre o varios, les estaría haciendo un flaco favor. Hablo con todos y me siento identificado con cada uno de ellos», advirtió el capitán

La diferencia de edad (17 años) ha convertido a Zapater en la referencia de un Francho que apenas contaba con cuatro años cuando aquel conquistaba la Supercopa de España en Mestalla ante el Valencia. Fue el impactante punto de partida de una carrera deportiva que le ha mantenido unido al Real Zaragoza durante 12 temporadas y un total de 422 partidos, solo superado por Violeta y Aguado (473). Su recorrido ha seguido una ruta paralela al crecimiento de un chico humilde, de familia procedente de Alcalá de Gurrea y con el que comparte mucho más que la posición de mediocentro. Ambos, además, accedieron al primer equipo directamente desde el juvenil, sin apenas previo paso por el filial.

Similar patrón

Porque Francho, como Zapater, derrocha zaragocismo por los cuatro costados. Ambos rechazan tatuajes y recelan de gran parte de las últimas tendencias adaptadas al futbolista. «Cuando empecé a entrenar con el primer equipo alguien me dijo que tendría que depilarme las piernas, pero desde atrás surgió una voz rotunda que replicó: ‘se depilará si le sale de los coj….. Era Zapa», recordó Francho con una sonrisa de oreja a oreja en un vídeo grabado por el club para homenajear al capitán. Así es Zapater. Así es Francho. Dos zaragocistas de cuna cortados con un patrón similar.

«Es mi ídolo, siempre he soñado con ser él», ha reconocido Francho en varias ocasiones

El legado tiene sentido, si bien la dimensión del ejeano es, ahora mismo, inalcanzable para cualquier otro miembro de la plantilla. La Romareda ya dejó claro el pasado viernes su devoción hacia un capitán al que rindió pleitesía y adoración. De hecho, el zaragocismo no ha dejado de hacerlo en los días posteriores al espectacular tributo. Las muestras de cariño, incluso, han desbordado al propio Zapater y a su familia hasta el punto de sentirse en deuda con esa afición entregada con la que firmó una conexión sagrada en su adiós al club.

«Cuando empecé a entrenar con el primer equipo alguien me dijo que tendría que depilarme las piernas, pero desde atrás surgió una voz rotunda que replicó: ‘se depilará si le sale de los coj….. Era Zapa», recuerda Serrano

Por eso, seguramente sea injusto depositar en Francho la misma carga de simbolismo que deja un futbolista con semejante hoja de servicios y elevado a la categoría de leyenda del Real Zaragoza. Bien lo sabe el ejeano, de ahí su renuncia a señalar a elegir heredero. Pero resulta inevitable acudir a Serrano, también adalid de entrega, sacrificio y gara, como sucesor, con la esperanza en que la responsabilidad del encargo pese menos que el estímulo y el honor.

También criado entre leones, Francho sueña con portar un día en su brazo izquierdo ese brazalete de capitán que la marcha de Zapater deja ahora en manos de Cristian. De hecho, el relevo se gestó en los últimos instantes del encuentro ante el Tenerife. Ya en el descuento, el ejeano era sustituido para recibir el unánime aplauso de propios y extraños. Antes de enfilar el camino hacia el banquillo, se quitó por última vez el brazalete para entregarle a Cristian mucho más que un trozo de tela. Pero el ejeano, siempre profesional, recordó que estaba amonestado y que, si iba hacia la portería para cederle la capitanía a Cristian, el árbitro podía expulsarle si entendía que perdía tiempo. Así que pensó recurrir a Francho para que se lo diera al meta, pero pidió permiso a Fuentes Molina y este asintió. El abrazo fue eterno.