Las alertas para Escribá. Eso habrán leído ustedes en el titular de este artículo si han llegado hasta aquí. Verdaderamente, hablar de alertas en la situación idílica que vive el Real Zaragoza puede resultar insólito y extravagante. Estadísticamente, que al final de la Liga nada más tiene importancia, solo el número de puntos obtenidos que te sitúan en un lugar o en otro, el arranque de Liga del equipo que Fran Escribá dirige con mano maestra ha sido de matrícula de honor, perfecto, el mejor de los 91 años de historia del club. Todo un hito.

Cinco victorias consecutivas, invicto (el único de Segunda), solo un gol en contra, nueve a favor, siempre por delante en el marcador, nunca por debajo. En resumen, líder incontestable de la categoría, con tres puntos de renta sobre el tercero y siete ya con el séptimo. El inicio soñado, las ilusiones disparadas, el ambiente dentro del vestuario en permanente estado de felicidad retransmitida en vivo y en directo y la comunión con el zaragocismo en un momento cumbre, con el ‘Moverse, maños, moverse’ como hilo musical de este tiempo de euforia y optimismo desatado.

En estas cinco jornadas, el Real Zaragoza ha ganado de todas las maneras y ha sumado triunfos de todos los colores. Nada se parecieron las victorias contra el Villarreal B y el Eldense a las de Tenerife y Cartagena. Tampoco, aunque las similitudes fueron mayores, a la del día del Valladolid. En todas, el equipo ha mostrado madurez y confianza en sí mismo. En todas ha sustentado su fuerza en una llamativa capacidad para dejar la portería a cero, o casi, para sobrevivir a las embestidas de los contrarios y salir indemne de disparos, cabezazos y acometidas, a veces de la mano de la diosa Fortuna, señal inequívoca de buenos augurios. En todas, hasta ahora en todas, el Zaragoza ha mordido como una víbora. Veneno puro para los rivales, alimento de puntos para el casillero propio. Y en muchas la estrategia ha sido clave. Ganar cinco partidos consecutivos en Segunda es dificilísimo y la realidad es que el equipo lo ha conseguido con una autodeterminación y una seguridad en sí mismo extraordinarias.

En un contexto así de sublime hablar de alertas para Escribá puede carecer de sentido. Sin embargo, en estas cinco jornadas, el Zaragoza ha podido dejarse puntos en algunos encuentros. En varios pasajes de varios partidos, igual que la moneda cayó de cara podría haber caído por el lado de la cruz. Ha estado tremendamente serio en defensa casi siempre, cuando menos en Cartagena, donde el encuentro se descontroló. Ha tenido fortuna alguna tarde y le ha faltado jugar más, que esta plantilla tiene capacidad para jugar más, sobre todo con mayor volumen en ataque. En ese punto ha de focalizarse el entrenador, que por pedir que no quede.

El inicio de Liga ha sido sobresaliente, inmaculado. Desde la cúspide de la pirámide, donde se sientan los reyes del mundo, Escribá y sus jugadores deben seguir con los pies en tierra firme. Felicitarse por lo conseguido, multiplicar su confianza, alargar esta dinámica de triunfos tanto como sea posible y mantener la hoja de ruta y el plan. El camino es el correcto. Pero estar preparado para responder adecuadamente cuando llegue el momento en el que el destino pegue un volantazo. En alerta semanal. Que esta guerra es traicionera y tiene mil batallas.